Economía

Olariaga y el Banco de España

Ese camino creó la conciencia adecuada para que hoy el Banco de España sea auténticamente ejemplar

El cambio radical y adecuado del Banco de España tiene una larga historia, que conviene refrescar. Cuando conocí a Olariaga, éste empezaba a coronar la última vuelta del camino. Nació en Vitoria el 21 de marzo de 1885 –más de una vez me dijo: «Soy de la quinta de Alfonso XIII»–, y murió en Madrid, el 4 de agosto de 1976; noticia que me dio Enrique Fuentes Quintana. Yo era, entonces, Rector de la Universidad Hispanoamericana de Santa María de la Rábida, y allí, en una reunión sobre temas económicos y fiscales, con multitud de catedráticos universitarios de Economía de las Facultad de Derecho, pasamos a hablar de mil profesores reconocidos, al hilo de Olariaga. Varios señalaron que habían quedado impresionados por el artículo que Ortega le pidió para el nº 1 de la revista España -que iba a lanzar-, pasando a difundirse que, ante lo mantenido por Olariaga, Ortega se había asustado. Por eso, preguntó a Ramiro de Maeztu –con el que siempre tuvo excelente relación–, si los comentarios de Olariaga tenían base científica, o sí solo pretendía analizar, de manera algo escandalosa, lo que ocurría en esa Institución. Que la respuesta de Maeztu le satisfizo, lo prueba que, en España, Olariaga publicó más artículos sobre ese tema, y se convirtió en un activo colaborador de esa publicación, hasta que la crisis de 1916 les apartase, a ambos, de la revista, trasladándose, muy pronto, a El Sol.

La orientación de Olariaga quedaba patente, por ejemplo, en el que finalizaba la serie, El Banco de España, plaga nacional. Comentarios, en el nº 7 de España, del 12 de marzo de 1915, pág. 4. Es importante, también, la introducción que la revista publicaría, como entradilla, al primero de sus artículos: «La serie de estudios que hoy comenzamos a publicar constituye un ensayo de educación política popular, según creemos que ésta debe hacerse y según se hace en el país maestro de estos usos necesarios a la democracia, Inglaterra; las cuestiones económicas y políticas son reducidas a términos claros y sencillos, comparando brevemente números y legislaciones, sin palabras violentas y excesivas, dando solo a los temas, aquella energía correcta que facilita la comprensión en el pueblo». Ahora pueden consultarse estos textos en la obra del propio Luis Olariaga: Escritos de reforma. Antología, edición que preparé para el Instituto de Estudios Fiscales.

Al revisarlos recientemente, vemos cómo Olariaga hace propias unas palabras de Sánchez de Toca, pronunciadas poco antes, en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas: «El Banco de España no ha respondido, sino con noción muy vaga, a sus funciones de banco nacional». Sánchez de Toca resumía su punto de vista así, relacionándolo con la crisis provocada por la I GM, considerando que este Banco había iniciado su intervención «con procedimientos más perturbadores que todas las repercusiones financieras y comerciales que se derivaban de la misma guerra». Olariaga ratificó esto: «¡El Banco ha hecho más daño que la misma guerra!, ha dicho, en otras palabras, el señor Sánchez de Toca». Era, pues, necesario prepararse para «la gran batalla, cuando dentro de unos pocos años concluya el privilegio del Banco», sin olvidar que éste, «es la cumbre, es el cerebro, con él avanzamos o con él remansamos, con él vivimos o con él morimos».

Existía una vieja polémica sobre la naturaleza de las tareas que deberían corresponder a tamaña institución. Se remontaba a 1874 y la concepción del monopolio de emisión, de Echegaray. Especialmente vivas fueron las posturas encontradas, dentro del partido moderado, encabezadas por Mon y Satillán, en relación con la fusión del Banco de San Fernando con el Banco de Isabel II y con la Ley de Bancos de emisión del bienio progresista.

El ambiente existente se sintetizaba con la frase famosa de «¿Es el Banco de España o España del Banco?» Ni Indalecio Prieto en la II República, ni la conmoción extraordinaria que España tuvo desde 1936 a 1975 hacían posible cambiar este panorama.

Pero una serie de grandes economistas, encabezados precisamente por Olariaga, así como la nueva generación nacida a partir de 1947, procedente de la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas –recordemos la campaña de estos nuevos economistas publicada en Arriba–, dieron origen a una frase que me dirigió por teléfono José Luis Sanpedro –asesor de estas cuestiones en tiempos del ministro de Comercio Manuel Arburúa–, dirigida a ellos: «Acabo de leer un acuerdo que aprobó, hoy, el Consejo de Ministros. Os habéis salido con la vuestra. Se estatifica al Banco de España». Yo, en aquel momento, era uno de los que seguían la línea crítica iniciada por Olariaga. Tiempo después, éste me envió una carta, orgulloso por haber iniciado ese camino, que creó la conciencia adecuada para que hoy el Banco de España sea auténticamente ejemplar.