Opinión

La «superioridad moral» de la izquierda

El tratamiento dado a las palabras dirigidas a la ministra de Igualdad por una diputada de Vox –sin duda matizables– son un ejemplo paradigmático de la sumisión por una parte de la clase política y mediática a la presunta «superioridad moral» de la izquierda. Al margen de que la diputada podría haber expresado la idea de otra forma –aunque solo fuera para no dar pie a la retorcida interpretación que se le ha dado a sus palabras– el suceso merece algunas reflexiones. Es conocida su relación de pareja con Pablo Iglesias que ha dado el fruto de tres hijos, conviviendo juntos en Galapagar cuando accedieron ambos al gobierno, lo que ha sido una situación (digamos), «infrecuente». Una situación que hubiera supuesto una acusación de nepotismo y favoritismo en grado sumo si hubiera sido al revés, como acredita la desaforada critica dirigida por Iglesias y parte del PSOE hacia Ana Botella en 2011 al acceder a la alcaldía de Madrid, dada su condición de esposa de José María Aznar, a la sazón ex presidente del gobierno y del PP, que por cierto no tenía competencia alguna para nombrarla alcaldesa. Ahora, la crítica, expresada en una interpelación desde la tribuna del Congreso, tuvo un tratamiento tan desmesurado que sirvió nada menos que para opacar el despropósito causado por la ley del «solo sí es si», con excarcelaciones y reducción de penas a 38 maltratadores y abusadores sexuales…de momento. Es una muestra más de la necesidad de afrontar la batalla cultural. Otra reflexión es que una vez el proyecto de ley es aprobado por el Consejo de Ministros y remitido al Congreso, la iniciativa es del Gobierno y no de un ministerio en particular, y son los diputados quienes tienen la última palabra. Salvo los parlamentarios del PP y Vox, que votaron en contra, Sus Señorías se han cubierto de gloria haciendo posible esta situación. Son las consecuencias del sanchismo político que tiene por divisa la confrontación, el enfrentamiento y la división entre los españoles mediante una continua labor de ingeniería social. Ya no se trata sólo de la desfasada lucha de clases marxista, ahora sustituida por la de sexos junto a la de ricos y pobres, demócratas progresistas (ellos), descalificando como filonazis y fascistas «negacionistas» a los demás que no comulgan con las ruedas de molino del «feminismo y la emergencia climática» en versión sanchista. El espectáculo dado por su gobierno con la ley del «solo sí es sí» para «proteger a la mujer de maltratadores y violadores», ya viene corregido y aumentado con la ley trans y la del maltrato animal. Es su «superioridad moral».