Tomás Gómez
El desgaste antes de la batalla
A Pedro Sánchez le están ocasionando más problemas sus aliados que sus adversarios. Si no consigue desenredarse de la madeja, las crisis se sucederán y Feijóo esperará pacientemente con un cesto en la mano para recoger a los votantes descontentos
La ley del «solo sí es sí» ha sido la gota que colma el vaso. Intentar vender en el mismo menú los pactos con el independentismo, el blanqueo político de Bildu y los errores por la insolvencia técnica de Podemos, es imposible. Una vez aprobados los presupuestos, Sánchez no necesitará nada de sus socios de coalición, por tanto, será el momento de romper el gobierno de coalición.
Un gobierno en solitario no tendría mayores dificultades de gestión que el actual. Por otra parte, los morados no tienen interés en acortar la legislatura, sus líos internos y los escasos resultados que les vaticinan los sondeos, poco podrían hacer. Para Sánchez sería un alivio no tener que justificar ni las iniciativas podemistas ni las discrepancias con ellos en el seno del gobierno. Abandonar las posiciones izquierdistas le permitiría, en principio, disputar el espacio más centrista con Feijóo que, de momento, se lleva la palma en ese segmento.
Tampoco sería una catástrofe para Podemos, que acusa recibo de la pérdida de apoyos por su mediocre papel institucional. Separarse de los socialistas a tiempo sería del agrado de sus simpatizantes y, si la ruptura es por una crisis, mejor que mejor.
Otra cosa es que supieran aprovechar una oportunidad así, dada facilidad que tienen los morados para autodestruirse. Iglesias, que siempre antepone el odio a sus intereses, cobraría fuerza en la guerra con Díaz que, por otro lado, desprovista de la vicepresidencia, y sin un partido con vertebración territorial que la respalde, vería su proyección mediática y sus posibilidades electorales menguadas.
Sánchez deberá tener cuidado y no pasarse de frenada, no sea que termine fuera de Moncloa por la caída de Podemos. No dudará en cortar por lo sano, pero tendrá que tener cuidado porque, aunque sus alianzas le han perjudicado, tiene otro problema añadido: que no genera adhesiones entusiastas.
Lo que queda por delante no es para dar la vuelta a la percepción de hombre frío, distante y de opinión cambiante que genera. En los momentos de crisis, todos los políticos son cuestionados y Sánchez acumula demasiado desgaste antes de la gran batalla.
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