Política

El presuntuoso y arrogante Iglesias

«La vida es mérito y capacidad, esfuerzo y sacrificio, que son términos que no forman parte de su trayectoria vital»

He de reconocer que no es fácil estar en la piel de Pablo Iglesias, porque acumula fracaso tras fracaso. Ese permanente estado de enfado es muy clarificador. En todo lo que hace se queda a medio camino. Le ha pasado en la política y la docencia universitaria. Los amigos le han ido abandonando, aunque le quedan unos pocos fieles. Me viene a la memoria la frase «un necio siempre encuentra otro más necio que lo admira» del poeta y crítico francés Boileau. Me temo que no sabrá quién fue Nicolas Boileau-Despreaux (1636-1711), aunque no hubiera empatizado con él, porque era un intelectual que tenía un trato cálido y amable. Fue considerado por sus contemporáneos como una persona honrada, directa, clara y bondadosa. Cultivó diversos géneros como la poesía, la sátira, las epístolas y la traducción. En cierta ocasión dijo «odio los libros estúpidos», cosa que también me sucede, aunque añadiría el desprecio por los estúpidos, porque nunca hay que odiar a otro ser humano. Lo máximo que hago es retirarles el saludo. Es lo que me enseñaron mis padres.

He conocido gente con talento, pero ninguno se parece al arrogante y presuntuoso Iglesias. La razón es evidente, porque no necesitan esgrimir su currículum. Los que lo hacen es porque reflejan un complejo de inferioridad intelectual y académica. Me divierten mucho los ataques que me dedican Iglesias y sus fieles, pero aún más responderle alguna vez glosando su lamentable carácter y sus carencias. Desde su fracaso político ha elegido ser un periodista aficionado. Está empeñado en erigirse en el sumo inquisidor desde su zafio sectarismo y el rencor que corroe su alma. Ahora tiene la obsesión del «carné» de periodista. Le gustaría serlo y, además, catedrático. El problema es que hay que trabajar. La vida es mérito y capacidad, esfuerzo y sacrificio, que son términos que no forman parte de su trayectoria vital. No soy psicólogo ni pretendo serlo, pero ese caos intelectual, el desorden afectivo, el carácter caprichoso, la inestabilidad profesional, la violencia verbal, las amenazas y la incapacidad de mantener a los amigos son elementos muy clarificadores de su personalidad. Nunca me ha importado la ideología de mis amigos y conocidos, solamente si eran buenas o malas personas. Con respecto a Iglesias que cada uno saque sus conclusiones.

Francisco Marhuenda es catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE).