Isabel Díaz Ayuso
Ayuso, propina, anzuelo
Es la libertad de los trabajadores lo que encoleriza al progresismo: libertad para esforzarse y obtener una propina, y libertad para no declararla
La Comunidad de Madrid ha lanzado una campaña para fomentar las propinas, #YoDejoPropina, con el mensaje de que dichas aportaciones «hacen posible esos pequeños sueños de quienes nos atienden cada día» y «nos hacen la vida un poco más fácil y alegre». Como era de esperar, los incautos solemnes mordieron el anzuelo.
En efecto, los sindicatos y la izquierda salieron en tromba a protestar contra semejante afrenta. CCOO de Madrid tuiteó: «Son los derechos, los salarios, las condiciones de vida dignas, las que hacen posible cumplir nuestros sueños».
Esa fue la tónica general de los ofendiditos: todo era dignidad, como si la imposición política y legislativa fuera su representación exclusiva, y, en cambio, los incentivos por el trabajo bien hecho fueran indignos. Para colmo, son pagos libres, voluntariamente decididos por la gente. Hasta ahí podíamos llegar. Y aún hay más: los biempensantes se llevaron las manos a la cabeza porque las propinas pueden no ser declaradas. ¡Ayuso promueve el dinero negro! Lo repitieron en Twitter, donde más de uno lamentó: que se gasten el dinero de mis impuestos en esto. No quieren propinas estos agraviados, quieren que el Estado les quite el dinero a los trabajadores mediante impuestos y cotizaciones. Eso les parece digno.
Leí a Rebeca Carranco en «El País», que recogió el malestar del progresismo en la red pajaril, con joyas como: «Luché por un salario digno y la abolición de la propina». Y un señor muy disgustado dijo sentir «vergüenza por el anuncio», para seguidamente aclarar que él nunca deja propina, como si eso dignificara a las trabajadoras, y la propina las degradara.
Fue entrañable la catarata de imprecaciones contra Isabel Díaz Ayuso, porque resultó diáfano que brotaban de la aversión a la libertad. Es la libertad de los trabajadores lo que encoleriza al progresismo: libertad para esforzarse y obtener una propina, y libertad para no declararla.
El odio a la libertad queda patente precisamente tomando en consideración a las trabajadoras, porque en las protestas progresistas estuvieron llamativamente ausentes. De hecho, casi parecía que las trabajadoras rechazan las propinas. Por si acaso no fuera así, los progresistas, naturalmente, nunca les preguntan.
A ver cuál es el próximo anzuelo que les lanza Ayuso y que muerden los progres para que quede aún más claro su olímpico desdén hacia el pueblo trabajador.
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