Rey

El mensaje del Rey

En esta hora sombría de España, deberá tener en cuenta el proverbio de San Isidoro de Sevilla, recogido de los antiguos: «Serás rey si obras rectamente; si no, no lo serás».

En pleno conflicto institucional, despierta este año especial interés el mensaje navideño del Rey. Está en juego su capacidad pacificadora. No lo tiene fácil Felipe VI. Está obligado a mantener la neutralidad política, y más, en este momento de bloques enfrentados; pero defraudará a muchos si desaprovecha la ocasión, casi la única de que dispone a lo largo del año, para orientar la desquiciada vida pública. No sería de recibo, con lo que está cayendo, que pareciera su discurso una huida de la realidad, un salir del paso.

Desde el Gobierno de coalición, que en parte se confiesa antimonárquico, se pretende minimizar su papel y reducir su autoridad. Lo que ha ocurrido en la inauguración del AVE a Murcia, con el presidente Sánchez saltándose el protocolo y dando la espalda al monarca, confirma esta impresión. La imagen que se proyectó es la del presidente, primero, y el Rey, de comparsa. En esos niveles del Estado, los gestos son muy importantes. Por si no estaba claro, la página web de La Moncloa titulaba: «Pedro Sánchez inaugura, junto al rey Felipe VI, la Línea de Alta Velocidad Madrid-Murcia». Es decir, no la inaugura el Rey, acompañado del presidente, sino al revés. Algo inaudito. Lo más significativo es que el pueblo aclama al Rey y abuchea al presidente.

El tradicional mensaje de Navidad es prácticamente el único discurso regio que goza de una cierta autonomía, y se elabora íntegramente en La Zarzuela, pero es revisado siempre y, si es preciso, corregido por La Moncloa. Así que el Rey no puede decir abiertamente lo que piensa ni contradecir la línea gubernamental impuesta. Su libertad, su margen de maniobra es muy estrecho. En estos últimos tiempos está viendo cómo se desvirtúa y se diluye desde el Gobierno su histórico mensaje cuando la grave crisis de Cataluña, el acto más importante de su reinado hasta ahora. Con los indultos a los insurrectos, la supresión del delito de sedición y la significativa rebaja de la malversación, aquello queda ya casi como una anomalía regia. La actual pugna entre los poderes del Estado, con el bloqueo de la Justicia, se convierte en un endiablado asunto.

No es, como digo, fácil ejercer de rey en los tiempos que corren. En el mensaje de Navidad de este año Felipe VI está más maniatado que nunca, cuando más falta hace su papel de arbitraje y moderación. En esta hora sombría de España, deberá tener en cuenta el proverbio de San Isidoro de Sevilla, recogido de los antiguos: «Serás rey si obras rectamente; si no, no lo serás».