Política
Nunca hay que mancillar la toga
«El artículo 9 de la CE y otros quedarían de facto derogados imponiéndose una soberanía popular»
No hay duda de que la Constitución es una gran desconocida entre la izquierda política y mediática. A las pruebas me remito. No es un texto complicado o confuso, aunque como cualquier texto legal es susceptible de ser mejorado. A estas alturas sigue siendo un instrumento eficaz para la convivencia y el desarrollo de la sociedad española. Los únicos que no la quieren son los poco recomendables socios y aliados de Sánchez. La ignorancia sobre el contenido de nuestra Carta Magna se extiende a los leguleyos del Derecho, prefiero no emplear el término juristas, que avalan las chapuzas legislativas gubernamentales. Me sorprende la actitud de Conde-Pumpido y Xiol, por los que sentía un gran respeto como juristas y magistrados del Supremo. Es una lástima que no hayan tenido la dignidad de seguir los pasos de Manolo Aragón o Encarna Roca, que en su día votaron en conciencia sobre temas de enorme trascendencia. Lo lógico es que se sumaran a la propuesta elaborada por el magistrado Enrique Arnaldo. La mayoría que ha avalado la suspensión de la reforma esta formada por juristas de enorme cualificación y prestigio encabezados por su presidente, Pedro González-Trevijano.
El tema es muy trascendente, porque dirime si algún poder publico está exento de cumplir la Constitución. Es decir, los votos obtenidos en unas elecciones son o no un título habilitante para que el Legislativo actúe en su contra. El artículo 9 de la CE y otros quedarían de facto derogados imponiéndose una soberanía popular. Es lo que apoyaban Conde-Pumpido y Xiol. Hubiera sido una importante mutación constitucional. A partir de ese momento, nada impediría otorgar esa «superioridad» al Poder Ejecutivo encabezado por Sánchez. La resolución del Tribunal Constitucional deja claro que se puede «limitar la capacidad de actuación del legislador» y que las Cortes Generales son un poder del Estado que no está exento de cumplir la Constitución. He de reconocer que me asombra que algunos magistrados del TC pretendan ignorar algo que se aprende en primero de carrera. No es un tema doctrinalmente profundo o complicado, sino algo simple que no puede ser orillado por una cuestión de oportunidad política o intereses personales. Es lo que pretendían los que estaban dispuestos a mancharse la toga. Es una prenda que no merece ensuciarse en el vertedero del partidismo.
Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE).
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