Opinión

El Apocalipsis y el entierro de Cs

La expedición del certificado oficial de defunción de Ciudadanos-Cs se ha convertido en una ceremonia muy poco edificante para quienes quieren y necesitan creer en la regeneración ética de la vida pública en España. Nuestra reciente historia democrática tiene ejemplos muy diversos del ocaso de otros partidos cuyo protagonismo en la escena política ha sido tan fugaz como éste, siendo referencia obligada la de dos formaciones que hicieron del centro y la centralidad política el santo y seña de su identidad.

El primero fue la UCD, partido fundado por Adolfo Suárez desde el Gobierno, que pilotó a la muerte de Franco la Transición, convirtiendo en su propia identidad política la consecución de una Constitución democrática y por consenso. Así, cuando ese objetivo se alcanzó y fue preciso gobernar conforme a una concreta identidad ideológica con sus principios y valores, el partido se desvaneció. Le sucedió el CDS –Centro Democrático y Social– con su indefinido «centrismo», trayectoria que ha seguido al milímetro Cs, llevándole a la sepultura con similar rapidez.

A este centrismo suelen acompañarle los atributos de «moderación», «ausencia de radicalidad» y confusión del fondo con la forma. «Suaviter in forma, fortiter in re» es la conocida expresión latina que desde la antigüedad ha querido salir al paso de esa confusión, poniendo el acento en que lo correcto consiste en ser «suaves» en las formas, pero «fuertes» en el fondo. «Mano de hierro en guante de seda» es otra versión de esa misma realidad, que acaba por desmoronarse cuando esa inconsciente –o consciente– confusión queda en evidencia a la vista del público.

Hay también una rotunda sentencia en el libro del Apocalipsis que define y condena a los que practican –conscientemente– esa errada conducta: «Yo conozco tus obras, y sé que no eres ni frío ni caliente: ¡Ojalá fueras caliente o frío, pero eres tibio, y por ello te vomitaré de mi boca!». Feijóo indirectamente ha parecido aludir a esta apocalíptica sentencia, replicando astutamente a la acusación formulada de «tibieza gallega», al afirmar que «los tibios no entrarán en el Reino de los Cielos», y que él, con cuatro mayorías absolutas en su hoja de servicios, no puede ser considerado como tal.

No sabemos si en este caso Feijóo identificaba «ese Reino» con La Moncloa, y si a Sánchez alguno de sus innumerables asesores le sopló esta predicción, pero desde la sede de su sindicato le replicó que el Apocalipsis no vendrá este año, ni nunca. Así que, por lo que parece, tampoco el entierro de Cs puede considerarse como signo del Apocalipsis profetizado.