Opinión
La mujer de Sánchez
El narciso, ya sea en casa con su familia o en la presidencia, si la ha alcanzado por los azares del destino, se comportará de la misma manera
A mí, como a ustedes, me preocupa el futuro de nuestro país, pero, aún más, como mujer me quita el sueño el calvario que debe padecer nuestra querida Begoña.
En efecto, enamorarse de un narciso puede ser una experiencia complicada y desafiante. Lo mismo que vivir con él. Ya saben, queridos lectores, ese individuo con un sentido desproporcionado de su propia importancia que tiende a reclamar admiración y reconocimiento constantes con una falta de sensibilidad hacia las necesidades del otro mayúscula y una tendencia obvia a la manipulación.
Los amantes narcisos menosprecian los logros de su pareja (y de sus rivales en lo profesional) y alternando entre momentos de encanto y frialdad, generan una horrible confusión. En una relación así, es conveniente evaluar si es lo que estamos dispuestos a elegir para nosotros, esto para Begoña, del mismo modo que el conjunto del electorado, ha de observar la falta de autocrítica de un individuo que lejos de reconocer su fracaso y sus límites, arremete con fiereza contra diez millones de españoles, contra su criterio y la democracia misma.
El narciso, ya sea en casa con su familia o en la presidencia, si la ha alcanzado por los azares del destino, se comportará de la misma manera y aquí vamos a establecer con fines terapéuticos un saludable paralelismo entre ambos, que además en este caso, confluyen en la misma persona.
- Trastorno de grandiosidad: el amante y el político narcisista tienen una visión hipertrofiada de su persona, se sienten superiores al resto y no dudan que merecen ser adorados y encomiados ignorando los éxitos ajenos. ¿Felicitó Sánchez a los vencedores políticos en algún momento? ¿Siente vergüenza o alguna sombra de incomodidad o pudor por ello? ¡No! Apuesto a que ni se ha dado cuenta. ¿Vive en España, en Europa, en el planeta Tierra? ¡No!
- Necesidad de atención constante: en las relaciones más íntimas, así como en la arena política, el narcisista buscará constantemente la atención y la validación de los demás, ser el centro, recibir elogios y aplausos. ¿Vieron el lastimero espectáculo de Sanchez ayer, recibiendo más de un minuto de ovación con la mano en el pecho? ¿Lo vio usted, Begoña nuestra?
- Falta de empatía: la pareja narcisista igual que el político tienen dificultades para ponerse en el lugar del otro, el otro no vale, el otro no cuenta, el otro no existe. Su enfoque principal está en sí mismo, donde todo se trata de sí, de la gratificación de sus propios deseos y necesidades, y donde, por supuesto, se la traen floja los sentimientos y deseos del resto de los ¿mortales? a su alrededor.
- Manipulación y utilitarismo: ambos, amante y político narcisistas utilizarán estrategias manipuladoras para lograr obtener poder y control sobre los demás, empleando su atractivo físico, carisma y aptitudes para dominarlos como como peones de ajedrez y así alcanzar su meta. Cuanto más difícil, mejor.
- Retórica cargante y delirante: tanto el amante narcisista como el político pueden vencer por extenuación. Un principio clásico en psicología y psiquiatría es que la personalidad sana siempre se adapta o se doblega a la patológica y nunca al revés. De este modo, sin dudar jamás de sí mismos, por más ridículas e irracionales que sean sus pretensiones (derecha extrema y extrema derecha) machacan y convencen, prevaleciendo como líderes inflexibles; en su delirio, carismáticos y visionarios.
- Un cero en responsabilidad: ¡y un diez en autoindulgencia! Jamás el amante narcisista ni el político rendirán cuentas por sus errores ni pedirán perdón (de eso tú sabes, Begoña). Su deteriorado cerebro evita la culpa, ¿culpando siempre a? ¡Lo habéis adivinado!
- Búsqueda insaciable de poder: una pareja narcisista, igual que el político, están obsesionados con el dominio, el estatus y el reconocimiento. Su principal motivación es alcanzar la victoria y el prestigio, y harán lo necesario para lograrlo, sin rubor.
- Desprecio por la verdad: el narcisista no tiene palabra ni sabe lo que es el compromiso, salvo consigo, en clave de yo, me, mí. Por eso, puede deshacerse en promesas grandiosas que a menudo no cumple porque son secundarias para él; su enfoque principal es satisfacer sus deseos a través de los “muñecos”, es decir, del resto.
Reflexione amiga Begoña, de hermana a hermana, hagámoslo todos los votantes, como ejercicio. Cuando nos encontramos en una relación con un amante narcisista o nos enfrentamos a un político así, es fundamental adoptar una serie de estrategias para proteger nuestra salud emocional y en este caso, el bienestar nacional. En este sentido, es crucial establecer límites claros y firmes, en casa, en los medios de comunicación y en las urnas, comunicando de manera clara y asertiva para sortear las garras pegajosas de la manipulación. Distancia emocional, queridos todos y enfoque. Begoña, ¿Truco o trato?
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