Editorial

Una aciaga alfombra roja para Bildu

Se ha perdido la brújula moral y se alza como íntegro que los verdugos desfilen por la alfombra roja y cobren y medren en el Estado a cuyos servidores asesinaron

La campaña del 28M se ha visto convulsionada por los 44 terroristas que integran las candidaturas de EH Bildu. Aunque la Fiscalía escruta en sus historias procesales, parece que ninguno tiene cuentas pendientes por sus crímenes y, en consecuencia, pueden ejercitar su derecho al sufragio pasivo. El Gobierno y el PSOE se encuentran bajo la conmoción de una onda expansiva política que los han impactado de lleno. Pedro Sánchez ha conectado su presidencia al grupo político albacea de ETA sin dilemas morales de por medio hasta consagrar a Otegi como hombre de paz y a los batasunos como colaboradores en la dirección del Estado y en administraciones como la navarra. Tanto el presidente como los ministros y otros cargos socialistas han ponderado sin ahorrarse halagos la responsabilidad de Bildu a diferencia del PP, al que se ha tildado de anticonstitucional, antisistema y antipatriota. Todo ello envuelto en una estrategia de blanqueamiento y desmemoria y el conchabeo para acelerar la libertad de los terroristas presos y otras gracias a cambio de los votos y la estabilidad del sanchismo. Se ha construido el falso relato de un tiempo nuevo y de la derrota de ETA, en la que la democracia española campa en el País Vasco y la libertad es plena cuando en realidad lo único estrictamente libre es el silencio de los constitucionalistas en aquellas tierras. Y se ha hecho no solo a costa de la verdad, sino de apartar a las víctimas, a las que se ha mentido de forma desleal desde el Ministerio del Interior. La verdad es que Bildu/ETA ha escogido conscientemente el acto de fuerza que supone engrosar sus listas con decenas de terroristas. Ha blandido una victoria sobre el estado de derecho para demostrar dentro y fuera de sus filas que la violencia sirve siempre que se acierte con el momento y el antagonista adecuados. Hoy gozan de la protección y la colaboración en el seno del Gobierno, que, como en el caso de Unidas Podemos, aplaude la presencia de asesinos en las instituciones mientras lincha al PP. Son unas jornadas aciagas para esta democracia maltrecha del sanchismo, que se ha intentado revolver contra sus socios exclusivamente porque se teme una factura electoral por sus alianzas indecentes. Pero más grave aún que el último manotazo de Otegi y compañía es que parte de la sociedad haya metabolizado que el Gobierno rescatara y reclutara a algo que se parece demasiado a ETA como para no ser ETA. Se ha perdido la brújula moral y se alza como íntegro que los verdugos desfilen por la alfombra roja y cobren y medren en el Estado a cuyos servidores asesinaron. Sin mediar condena, arrepentimiento ni colaboración con la justicia. No podemos esperar de una serpiente que deje de serlo, pero sí que los demócratas cumplan con su deber. Está por ver que un proceso de ilegalización cuaje, aunque haya fundamentos para ello, pero es que ni siquiera se ha intentado. El PP ha pedido activar la Ley de Partidos. Nunca es tarde. En todo caso, que los españoles tomen nota y actúen en consecuencia ante las urnas.