
Biblioteca Harley-Davidson
Ácratas apacibles
Pocos encontrarás entre los que gusten del rock apoyando un golpe (duro o blando) de estado
La generación del rock’n’roll a la que pertenezco consideraba que la cosa más importante en la vida era culminarla habiéndola disfrutado. Si para conseguirlo había que romper alguna regla que otra pues, hombre, eso tampoco era tan grave. Desde nuestro punto de vista, el pie siempre sería más importante que el zapato.
Pero que nadie se confunda: eso no significa que fuéramos rompedores de reglas por sistema. Teníamos muy claro que la valla había que saltársela cuando obstaculizaba disfrutar la vida. Pero cuando el objetivo de romper las reglas era para otras cosas más discutibles –como auparse hasta el poder– ahí que no contarán con nosotros. Pocos encontrarás entre los que gusten del rock apoyando un golpe (duro o blando) de estado. Porque esa afición atesora siempre un fondo ácrata, al cual le provoca instintiva desconfianza cualquier forma de que unos seres humanos ejerzan su dominio sobre otros. De ello deriva ese puntito antisocial que siempre tienen estas maneras de música popular.
Por supuesto, las hay mucho más conformistas y domesticadas. Pero dejadme que sienta cierto cariño entrañable por aquellas formas, más abruptas y ruidosas, que se encuentran siempre al filo de los márgenes de la sociedad. Porque entienden que, inevitablemente, organizarse como sociedad conlleva, de un modo u otro, aceptar un cierto grado de dominio de unas personas sobre otras (por eso Pedro Sánchez viaja en Falcon y usted, querido lector, encajonado en clase turista). Y ni siquiera el más rockero duda de las bondades mayores de organizarse socialmente. Pero esa desconfianza escéptica de la rebeldía espontánea es un seguro de vida, un combustible inagotable, para el pensamiento crítico. Llevado de esa intuición, Camus escribió «El hombre rebelde» y no «El hombre revolucionario». Sin haber leído ese libro, no me parece que haya ser humano que pueda considerarse construido de manera cabal. Qué bien se hubieran llevado Camus y Lou Reed.
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