
Aquí estamos de paso
Ahora sería, si hay coraje
Trump y Putin están dibujando el futuro de Ucrania y de Europa sin aquel país y este continente
Dice Bustinduy, el ministro de la cosa de los Derechos Sociales y la Agenda 2030, que el gasto militar en España está disparatado. Y se queda tan tranquilo. Se lo dice a Alsina que repregunta y obtiene la misma respuesta, el mismo término: disparatado. Vamos a ver, o el gasto es disparatado o está disparado, pero no puede estar disparatado, del mismo modo que no es disparado. Pero puntillosidades gramaticales aparte, lo cierto es que la afirmación del ministro de apariencia frágil y responsabilidad de altura, vuelve a ponernos frente a la verdad incuestionable de que parte de un gobierno de la OTAN, ante el giro de guion global que se ha producido en las últimas semanas, sigue manteniendo su realidad aparte, su discurso no ya de hace unos meses, sino de años y años de cincelado ideológico sobre la roca firme de la mandanga comunista. Invertir en Defensa (gasto militar, insisten en llamarlo) es malo si de lo que se trata es de defender el sistema liberal capitalista. Ahí están. Ahí siguen. Oye, que cada euro que se gasta en tanques y armas –para ellos el gasto militar es eso, no el desarrollo tecnológico, el soporte humano de los ejércitos, la participación solidaria en misiones internaciones– contribuye decididamente a la pobreza general porque es dinero que podría dedicarse al reajuste de desequilibrios. Algo tan poco consistente e infantil como lo de considerar que la invasión de Ucrania fue una reacción preventiva ante la posibilidad de que el imperialismo occidental encarnado en la OTAN decidiera poner sus garras sobre los restos de lo que fue la gloriosa Unión Soviética.
Abonados al antiquísimo e ibérico «sostenella y no enmendalla», aunque el mundo se cuartee y ceda a sus pies, aunque lleven la contradicción en sí mismos, poniendo a caldo al Gobierno del que forman parte, son incapaces de ver que lo que tenemos delante es una amenaza real de cambio de equilibrio internacional que empieza a roer los avances democráticos que creíamos consolidados en aquel final de siglo pasado, cuando Fukuyama pronosticaba, pobre optimista, el fin de la Historia.
Desde ayer martes los USA de Trump y la Rusia de Putin están dibujando el futuro de Ucrania y de Europa sin aquel país y este continente. Se van a hablar a Oriente, para que la descarada puñalada a la realidad y la Historia no derrame la sangre directamente sobre las cancillerías de los hasta ayer aliados europeos. Pero están configurando el mundo del futuro sin nosotros y para ellos. No el de hoy, ojo, el de los próximos decenios y hasta siglos.
Uno puede entender que Sánchez, cuya tarjeta de crédito para regalos a sostenedores no tiene límite, obsequie generosamente a sus aliados a la fuerza. Una pareja caprichosa resulta siempre cara. Pero que por las mismas siga jugando en estos tiempos que corren con esta gente que lastra, parece realmente suicida. Aspirar a liderar Europa en este tiempo de zozobra y desconcierto, y andar al mismo tiempo de la mano de un partido que ignora la realidad por estulticia o interesada ceguera puede cerrar definitivamente su ascenso al Olimpo de la Historia de Europa. No será este pobrecito hablador el que le ponga los deberes a todo un jefe de gobierno. Pero acaso no estaría mal, dado el talante y talento de los socios, que Sánchez se atreviera a llamar a Moncloa a Feijóo y comprometerse ambos a afrontar lo que viene de la forma más inteligente y eficaz posible: aliados. Pero es difícil, ¿verdad?
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