
Editorial
El horizonte penal de Sánchez lo marca todo
El porvenir legal del presidente es una página por escribir y para algunos de sus compañeros de partido, incluso de sus colaborares, con el deseo de que el escarmiento se precipite
No estamos sobrados de referencias con que comparar, evaluar o predecir la evolución de la situación política que nos podemos encontrar a la vuelta de la esquina. No hallamos en la historia de la democracia española, y casi con seguridad europea, nada que se acerque a la excepcionalidad institucional en la que el sanchismo ha sumido el país. Vivimos en un torbellino en el que aquellos que tienen los destinos de los ciudadanos en sus manos han sido inhabilitados de facto por la corrupción que los señala abierta e indiscutiblemente. La parálisis es rotunda en manos de una administración sumida en la provisionalidad inherente a desconocer cuánto se prolongará el hálito de vida que le queda. En esta recta final de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, se estire lo que se estire, crecen los que ya se mueven en las sombras para preparar el día después. El daño es tal que parece lógico que, más allá de los nombres que todos tenemos en la cabeza para dirigir la travesía del desierto, se piense en el abanico de futuros posibles con escenarios que no por más dramáticos dejan de ser factibles. Entre ellos, claro, el que Pedro Sánchez tenga que afrontar un horizonte penal más tarde o más temprano. Quienes se manejan con honda inquietud en esas coordenadas lo hacen, a nuestro juicio, con la lógica de los acontecimientos que conocemos y con una prevención lógica conforme al aporte documental avasallador. No parece racional ni lógico plantearse que una personalidad que tiene imputados o procesados a sus más estrechos colaboradores, a su esposa, a su hermano y al fiscal general, con toda una forma de entender la política como guerra sucia al descubierto en audios, imágenes y mensajes, lo pudiera ignorar todo y fuera un espíritu inmaculado en medio de este lodazal. Sencillamente, no es creíble en alguien con el control férreo de Sánchez frente a una actividad delictiva sistémica. Es una crisis sin salida y una losa para el Gobierno, el partido y también para los que se mueven para salvar lo que quede tras el legado corrompido del sanchismo. No funcionarán ni los cortafuegos ni los cabezas de turco ni los chivos expiatorios. Las especulaciones mandan, y los rumores enredan sobre la renuncia del presidente, un sucesor designado y una convocatoria de elecciones. Pero no dejan de ser cuchicheos y habladurías en los mentideros de un partido sometido a un estrés extraordinario convencido de que lo peor está todavía por llegar. En todo caso, el porvenir legal del presidente es una página por escribir y para algunos de sus compañeros de partido, incluso de sus colaborares, con el deseo de que el escarmiento se precipite. La nación requiere con urgencia un nuevo tiempo político cimentado en la regeneración profunda y blindaje de todos los resortes democráticos arrasados por el sanchismo. Y, por supuesto, rendición de cuentas por todo el mal causado.
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