Al portador

Y ahora, todo depende «de un pirado que vive en Waterloo»

Hay dirigentes socialistas catalanes que, en privado, apuestan por repetición electoral. No está claro si lo creen o es una táctica para apremiar a los indepes, a que no conviene volver a las urnas y por eso no jugarán con fuego

Isabel Coixet, cineasta barcelonesa tildada de «anti-indepe» en los sectores «indepes» catalanes, directora de películas como «Mi vida sin mi», «Cosas que nunca te dije» o «La vida secreta de las palabras», dijo el otro día, en una entrevista en «EL Mundo», que «de repente, la llave de todo la tiene un pirado que vive en Waterloo, ¡guau!» Carles Puigdemont, el fugado a Bélgica, saborea con calma el poder, desmesurado, de sus siete diputados. También disfruta de un protagonismo renovado que, por otra parte, chirría en el Parlamento Europeo del que es miembro al filo también de la legalidad. Fallida la investidura de Núñez Feijóo, reafirmado, eso sí, como líder de la oposición y doctorado con brillantez en parlamentarismo, todas las miradas convergen en esa pequeña localidad de las afueras de Bruselas a la espera de que un catalán refugiado allí suba o baje el dedo para que Pedro Sánchez sea investido presidente del Gobierno. Hasta ahora, parecía evidente que, al final, tras conseguir la amnistía y algo más que quizá no esta demasiado claro, Puigdemont apuntalaría al inquilino en funciones de la Moncloa.

El acuerdo de Junts y ERC en el Parlamento catalán para que sus diputados en el Congreso no apoyen a Sánchez si no aprueba una consulta, además de la amnistía, ha puesto de los nervios a algunos socialistas. No es probable que la sangre llegue al río. Puigdemont y Junqueras orquestan una tregua fugaz en esa guerra particular que disputan en la cara de Sánchez como campo de batalla. Ahora, suben el precio de la investidura; poco más. El «pirado» de Waterloo, que es muy perseverante, sabe muy bien lo que es ser elegido en el último segundo. El 27 de septiembre de 2015 hubo elecciones a la Generalitat. Ganó la lista que encabezaba Artur Mas, pero lejos de la mayoría absoluta. Intentó dos veces ser investido presidente de la Generalitat y fracasó otras tantas. Cuando faltaban horas para que expirara el plazo para convocar nuevas elecciones, los radicales de la CUP aceptaron a Carles Puigdemont como presidente, avanzada la tarde noche del 10 de enero. Hay dirigentes socialistas catalanes que, en privado, apuestan por repetición electoral. No está claro si lo creen o es una táctica para apremiar a los indepes, a que no conviene volver a las urnas y por eso no jugarán con fuego. Sánchez, quizá para cortar el resurgir de la figura de Feijóo, parece tener prisa por ser investido. Lo logrará, pero es muy probable que, cesiones incluidas, tenga que esperar hasta el último momento la decisión del tildado de «pirado de Waterloo, ¡guau!» por Isabel Coixet.