
Tribuna
Anatomía del otro instante
¿Luego se van a extrañar de que a la gente joven solo le interesen la extrema derecha y la extrema izquierda? ¿Después de tirar una bomba atómica encima de todo lo que podría haber en medio?
Es verdad que en 2018, cuando oímos por primera vez hablar a Pedro Sánchez de una moción de censura contra Mariano Rajoy para «acabar con la corrupción», algunos pensamos que tenía que ser broma. Sin quitarle importancia a la Gürtel, parecía un chiste que el partido que cargaba con el escándalo de los ERE esgrimiera semejante argumento para tomar el poder sin ni esperarse a que pusieran las urnas. ¿De verdad no se les había ocurrido una excusa mejor?
Recordarán que fue el PNV el que finalmente decantó la balanza a favor de Sánchez. No creo que al PNV le quitara tampoco demasiado el sueño la corrupción de unos o de otros. El PNV lleva tantísimo tiempo enrocado en las instituciones vascas que el día que las pierda, o pierda las suficientes, hay quien cree que lo mínimo que les puede salir es un caso Pujol. Dios no lo quiera. En todo caso estaba y está claro que no se podían ni se pueden permitir perder comba ante Bildu. De etarras a árbitros de legislaturas. No está mal.
La reunión secreta con Arnaldo Otegi negada por Sánchez pero denunciada por Koldo y confirmada por José Luis Ábalos abre la puerta a visiones y explicaciones muy oscuras de cómo y por qué se gestó el sistema de alianzas (que no de mayorías) que viene ocupando ininterrumpidamente la Moncloa desde hace ya siete años. Y que nos ha llevado a unos niveles de desgaste institucional y a un guerracivilismo rampante nunca vistos en este país desde el 23-F.
Las mociones de censura son legales. Pero conviene no olvidar que son un recurso extremo que debería aplicarse siempre con la máxima fidelidad a la voluntad democrática y, sobre todo, con la máxima transparencia. Una moción de censura opaca, obtenida con apoyos inconfesables y a cambio de ni se sabe qué, se parece más a un golpe de Estado que a ninguna otra cosa.
Tanto poner bajo la lupa el ya citado 23-F y el papel del Rey, tanto celebrar la coronación de Juan Carlos I pero sin el coronado, tanto exigirle a la actual familia real un grado de desgarro y de penitencia que no se le exige a nadie. Casi que ni a la familia Pujol. Pero luego resulta que con la «anatomía» de otros «instantes» no se hila ni mucho menos tan fino.
¿Para cuándo una buena novela de Javier Cercas, y una buena serie de televisión, sobre qué pasó exactamente entre el 25 de mayo de 2018, cuando el PSOE registró su famosa moción de censura, y el 1 de junio, cuando se votó? ¿Conoceremos algún día la extensión y la intención de todas las tramas involucradas en aquel golpe? ¿Quién hizo entonces de general Armada y quién de Milans del Bosch? Si alguien con mando en plaza se siente ofendido porque le comparemos con Tejero, que se lo piense también dos veces antes de comparar con ese señor a los jueces que han condenado al fiscal general del Estado. Que aquí la descalificación democrática y los insultos parece que siempre barren para la misma casa y en la misma dirección.
Da la impresión de que ahora mismo, más que un gobierno, tenemos una actitud. Un grito de guerra: «¡no pasarán!» que se supone que lo justifica todo. Incluso la contaminación no solapada, sino inauditamente descarada, de unos poderes por los otros. Y es verdad, no nos engañemos, que Sánchez existe y resiste porque aún le quedan votantes «progresistas» que creen que más cornadas da la ultraderecha.
No sé hasta cuándo piensan algunos poder vender «progreso» como quien intentaba vender duros a cuatro pesetas antes de que se inventase el euro. Así sólo progresan algunos ministros y los cangrejos. El precio de esa movilización a ciegas es que también se va a movilizar a ciegas todo lo contrario. Tanto decir que viene el lobo, y al fin no solo viene de verdad, sino que las ovejas le montan una fiesta de bienvenida, hartas de las trolas del pastor. ¿Luego se van a extrañar de que a la gente joven solo le interesen la extrema derecha y la extrema izquierda? ¿Después de tirar una bomba atómica encima de todo lo que podría haber en medio?
Nunca en este país habíamos tenido tanta información a nuestro alcance y tan poca voluntad de informarnos seriamente, no digamos de actuar en consecuencia. Todos. Los de derechas y los de izquierdas que no se hayan olvidado aún de lo que cuesta reparar una democracia rota.
Anna Graues periodista, escritora y exdiputada en el Parlamento catalán
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