Y volvieron cantando
Anomalías
La de mañana no es mala ocasión para que por fin los catalanes vean que no se les gobierna en función de sus problemas reales, pero mucho me temo que hasta que no pasen los comicios europeos, no se va a mover una mosca
Mañana domingo, casi seis millones de catalanes tiene una cita con las urnas, no precisamente exenta de algunos detalles propios de eso que llamamos juego político, pero que en realidad son auténticas anomalías impropias de una democracia madura. Para empezar, resulta a todas luces anómalo el hecho de que uno de los candidatos –con posibilidades reales de conseguir apoyos que le aúpen a la presidencia de la Generalitat– sea un prófugo de la justicia sobre el que pesan presuntos delitos nada menores. Un cabeza de lista, en este caso de Junts, cuya campaña se ha desarrollado fuera de nuestras fronteras ahondando en la situación también anómala de contemplar a decenas de medios de comunicación catalanes y del resto de España desplazados a tierras francesas para poder dar cuenta del cierre de campaña de Carles Puigdemont. Anómalo resulta también el hecho de que una formación constitucionalista como es el PSC haya adelantado ya su intención de pactar con cualquier fuerza política –incluida la del prófugo de marras– con la excepción de Vox… y lo que es más chocante del Partido Popular, en una dinámica por el establecimiento de cordones sanitarios, que en este caso viene a quebrar lo que siempre fue el frente no independentista, fiel a la constitución y a la integridad territorial del estado. Eso sí, para recibir los apoyos de los populares necesarios para que el alcalde de Barcelona fuera del PSC, no parece que se hicieran tantos ascos, por no hablar de otros importantes lugares como Vitoria, donde los votos del PP se brindaron rozando la gratuidad a las filas socialistas para frenar la entrada de separatistas en esas instituciones. Anomalía es que el devenir de la política nacional se haya congelado –incluidos los Presupuestos del estado– porque se celebran unas elecciones autonómicas, por importantes que sean, como también lo es a la contra que el resultado de estas elecciones y el posterior proceso negociador para formar un gobierno esté condicionado por la política de pactos en el Parlamento nacional y para ser más exactos por el futuro político de Puigdemont en Cataluña y de Sánchez en Madrid, con el consiguiente riesgo de bloqueo tras el «12-M». La de mañana no es mala ocasión para que por fin los catalanes vean que no se les gobierna en función de sus problemas reales, pero mucho me temo que hasta que no pasen los comicios europeos, no se va a mover una mosca.
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