Editorial

Años de mentiras, decadencia y fango

Vivimos una huida hacia ninguna parte con el temor de que el legado del sanchismo, que ya es funesto, se convierta en fatal

Se cumplen seis años de la moción de censura que acabó con el gobierno de Rajoy y colocó en la Presidencia a Pedro Sánchez, apoyado por todos los declarados enemigos de la España constitucional. La operación, por sus connotaciones y singularidades, fue la carta de presentación de lo que ha supuesto el tiempo más oscuro, desalentador y decepcionante de la historia de la democracia. El sanchismo alcanzó el poder a lomos de una iniciativa fraudulenta a partir de una sentencia adulterada, como luego fallaría la Justicia, que sirvió como instrumento para armar una suerte de causa general por supuesta corrupción contra el PP. Se trató entonces y sabemos ahora de un montaje que retrató la naturaleza artera de los autores y que supondría la ceremonia de iniciación de lo que luego ha sido bautizado como el Gobierno de la mentira. Desde aquel origen, Moncloa ha convertido su acción política y su responsabilidad pública en un engaño crónico que ha arrumbado la verdad del contrato social y del desempeño de las administraciones y de las instituciones que se encuentran bajo su autoridad. Hablamos del efecto más gravoso de esta Presidencia; que la desconfianza y el descrédito se hayan interiorizado hasta tales extremos que el poder político esté bajo sospecha por ausencia de respetabilidad y autoridad moral. Que nadie se pueda fiar de nada, es más, que los gobernados sepamos que los gobernantes nos engañan y, por tanto, nos estafan porque han convertido al pueblo soberano en un atrezo de la involución apadrinada por el populismo al mando. En este sentido, la amnistía ha sido el epítome perfecto de un régimen que ha condicionado todas sus actuaciones a eternizarse en el control absoluto, sin espacio para la alternativa y por tanto para la alternancia, fundamento del régimen liberal. El borrado de los delitos del procés ha sido el fruto de una transacción corrupta de impunidad a cambio de años de gobierno que ha atropellado la Constitución, la separación de poderes y la igualdad ante la Ley. La desconexión y la desactivación de los contrapesos y los equilibrios del estado de derecho, a imagen y semejanza de regímenes no homologables con nuestros socios comunitarios, ha sido una constante en este aciago periodo. A medida que el abuso de poder del presidente ha sido reconocido como tal en la UE, con la colonización de las principales instituciones del Estado, y especialmente con el asalto a la Justicia y la cruzada contra los medios de comunicación independientes, Sánchez ha resuelto su irrelevancia y el desgaste reputacional desplazando su enfoque exterior hacia las teocracias árabes y entidades no democráticas como el Foro de Sao Paulo. España es un país peor y los españoles lo sufren con índices de pobreza récord. La corrupción señala el fin de una legislatura agotada e ingobernable entre chantajes separatistas en la Cataluña de concordia e impostura. Vivimos una huida hacia ninguna parte con el temor de que el legado, que ya es funesto, se convierta en fatal.