Y volvieron cantando

Apoyos incondicionales... o no

Apoyo sí, pero con la clara y meridiana condición de que el gobierno se avenga a negociar una reforma eficaz

Hay ocasiones, sobre todo en política y dependiendo mucho de con quien te la juegas, en las que puede resultar muy caro ofrecer apoyos parlamentarios incondicionales, o lo que es igual anunciar que los votos propios desde la oposición están a disposición del gobierno de turno, incluso para apoyar una causa justa ente las justas. El reiterado ofrecimiento desde las filas del Partido Popular al grupo socialista para apoyar una urgente reforma que enderece el entuerto chapucero del «solo sí es sí» es curiosamente proporcional a las también reiteradas y públicas negativas –ahora ya más atemperadas– desde el gobierno a pactar los cambios en la ley con un PP que, queremos suponer debería responder con un «bien, pero ahora sentémonos a negociar» si sus escaños en el Parlamento acaban siendo necesarios para sacar del atolladero al ejecutivo de Sánchez en el fiasco más inesperado y a la vez más dañino para la imagen del gobierno en toda la legislatura.

Los riesgos en la posición del partido de Núñez Feijóo ante el «solo sí es sí» no son menores, por mucho que pueda parecer que esta formación contempla en fila siete y comiendo palomitas la encarnizada disputa entre socialistas y podemitas. Tanto en el PSOE como en Podemos se coincide claramente en la estrategia de desviar la atención sobre el fiasco legislativo soltando tinta de calamar para nublar el debate, con el manido y demagógico argumento de que el PP y la defensa de los derechos de la mujer son agua y aceite, argumento que, no lo duden, acabará cobrando inusitada fuerza si finalmente los socios de gobierno llegan a un acuerdo para la reforma haga lo que haga el PP. Si no se materializa dicho acuerdo entre socios de la izquierda y los votos del grupo popular son decisivos en última instancia, puede darse la doble circunstancia que, de un lado lanzará a Sánchez un impagable salvavidas político, lo cual sería perfectamente entendible ante la gravedad de la situación, pero de otro lado anularía toda capacidad de oposición en el grupo popular si lo que acaba apoyando es una reforma que no acabe con el incesante goteo de excarcelaciones. Ergo, apoyo sí, pero con la clara y meridiana condición de que el gobierno se avenga a negociar una reforma eficaz. Todo lo que no sea eso supone ampliar las paternidades de otra chapuza, a mayor gloria de los responsables originales.