El Sexo Sentido
Noche de boda
Casarse era un símbolo de amor, de entrega... Y todos esos clichés que para muchos ya se ha encargado de desterrar la realidad. Lo que prima en una boda hoy es comer, beber y bailar con tantas copas encima como el estómago y la vejiga permitan.
Y a ver quién es capaz, a las horas a las que acaba la fiesta, de ponerse romántico y tener con su "esposo o esposa"una noche de placer en la cama.
Todo esto viene por un artículo en un diario extranjero en el que comentan que claro, antiguamente uno solía llegar "virgen"al matrimonio, que apenas se habían toqueteado un poco por debajo de las faldas y dentro de los pantalones, y se habían dado unos "besillos". Así que cuando ya tenían las alianzas en sus dedos, de lo que más ganas tenían era de sexo.
Y hoy ocurre lo mismo. No nos engañemos, que por mucho que conozcamos la escala de gemidos y jadeos de nuestra pareja desde mucho antes de cruzar el altar o los juzgados, y aunque hayamos recorrido su anatomía de arriba abajo y de abajo arriba, de frente y de espalda, las ganas están ahí.
El verdadero motivo por el que no se hace el amor ese día es culpa de la moda. Vestidos a prueba de torpes y borrachos.
Una íntima amiga lució uno maravilloso, elegantísimo... Y con una tira de botones desde la nuca hasta el coccix. ¡Eah! Y si una hora tardamos en abrocharla, imagínate lo que tardaría su marido a las tantas de la mañana con una tajada que le quitó el sentido. No hubo sexo, no, pero casi les cuesta la primera discusión como matrimonio. Con lo fácil y prácticas que son las cremalleras...
Luego el corpiño, la liga, las horquillas del moño y fuera los zapatos, que casi es más orgásmico bajarse de semejantes tacones después de tantas horas de baile.
Entre unas cosas y otras (el alcohol, principalmente) terminaron tumbados cada uno en un lado de a cama.
Otros, más hábiles, tiran de imaginación pues, total, ya saben lo que hay debajo y ante los intentos fallidos de desenfundarla de su falda, les basta con subírsela.
Y están los verdaderos triunfadores, los que lo consiguen y hasta dejan los trajes bien colocados en la silla, quienes pasan a la final y se llevan la copa. Y lo hacen rodeados de los pétalos de rosa que están tan de moda y el arroz que quedaron a buen recaudo dentro del escote y el recogido del pelo.
A los demás, a los que caen en la batalla, siempre les quedará el agradecido polvo mañanero
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