Aquí estamos de paso

Bolitas

A cuenta de lo de Galicia y la disputa electoral estamos empezando a descubrir que no pocas playas españolas están llenas de granzas o plastiquitos

Parece que lo de los pélets de plástico no es una cosa privativa de las costas gallegas inundadas por la caída de un contenedor. Por lo visto es bastante común en puntos del Mediterráneo y hasta hay un artista en Denia que se dedica a hacer figuras con las bolitas de plástico con tal osadía que ha dibujado un simpático retrato de Pedro Sánchez sobre la misma arena en la que ha reproducido a Michael Jackson o Frida Kahlo. O sea, que lleva tiempo haciéndolo. La caricatura es una forma de redimirnos, o igualarnos, que en este caso viene a ser lo mismo, mediante la humanización de las personas sobresalientes. Hacerlo con residuos antinaturales, un irónico desafío a la inquietante rutina de la contaminación.

El caso es que las ya famosas bolitas de plástico (granzas dice la RAE que le llamemos, no pélets, que es un anglicismo) llevan tiempo posándose suavemente sobre las arenas de otras costas españolas sin que hasta el momento nadie haya hecho otra cosa que figuritas de plástico o comentarios de sorpresa. No se han alzado voces a compararlo con el Prestige ni optimistas a vender que no hay peligro, que sólo son bolitas inofensivas que no se nos van a colar en la dieta o en la sangre.

Debe ser que en Denia o en Tarragona, de donde se tiene noticias que haya restos de estas bolas primigenias, como células de objetos mayores de plástico de consumo, no hay elecciones a la vista, y los debates con cosas que llegan al mar y no son naturales, se ven como innecesarios o fuera de lugar. Rutinarios, y ya es sabido que la rutina es un magnífico anestesiante. Que se lo digan si no a quienes hace no mucho no tenían ya vestiduras que rasgarse ante los cambios de opinión de nuestro incansable Presidente y hoy ya ni comentan la normalidad de los veletazos.

A cuenta de lo de Galicia y la disputa electoral estamos empezando a descubrir que no pocas playas españolas están llenas de granzas o plastiquitos que se usan como materia prima para fabricar cantidades industriales de productos de uso cotidiano como botellas o bolsas. ¿Qué hacen en las playas? Pues no hay respuesta conocida más allá de los accidentes como el que se supone que provocó la invasión gallega o pérdidas de material en zonas donde se fabrica o manipula el plástico cerca de las zonas costeras.

Puede, por tanto, ser un toque de atención ante algo que tenemos frente a nosotros pero en lo que nunca habíamos reparado. Lo cual, sobre el papel (o sobre la arena, por ser rigurosos) puede resultar positivo: gracias a un hecho inesperado al que la política ha dado realce y vigor de debate, fijamos nuestra atención en una contaminación que puede ser constante y silenciosa en nuestras playas. Y esa atención probablemente evite o limite el mal.

Y eso es bueno.

Como lo es también, o así se le antoja a este cronista, el hecho de que sirva para abrir una discusión, aunque sea menor, sobre la utilización correcta de los términos de uso poco común. No son pélets, sino granzas. Y bien haremos en llamarlo así los que nos dedicamos a poner nombre a las cosas y usar la lengua para contarlas.

Si se quiere, claro.