Parresía

Vergüenza

La gran decepción no es la que se ha llevado Pedro Sánchez con sus hombres de confianza. Es la de todo un país respecto a él

No ha sido suficiente, ni de lejos, la comparecencia de Pedro Sánchez para pedirnos perdón a los españoles con sumo pesar, tras 44 días seguidos huyendo de los micrófonos de los periodistas y de la ristra de escándalos que le salpican, fontanería incluida.

Ha tenido que caer una bomba atómica sobre Ferraz –en forma de informe de la UCO– para que acceda a explicarnos que él, queridos amigos, está muy decepcionado, solo es un ser humano y sí, también se equivoca con las personas. ¿Cómo pudo fiarse tanto de Santos Cerdán? ¿Por qué no se dio cuenta antes de la catadura moral de José Luis Ábalos? Quedarán ya pocas almas cándidas que se crean a este presidente de Gobierno. Pero si hay alguien ahí, en esa tesitura, que lo piense por un momento. Solo por no haber tenido la capacidad de detectar tal hedor de corrupción a su lado, durante tantos años, Sánchez debería marcharse. Solo por inútil, vaya. Pero me temo que no es el caso.

Ayer no escuchamos a Pedro Sánchez pedir perdón a los más agraviados: los jueces y la Guardia Civil, profesionales contra viento y marea que han tenido que soportar tantos latigazos de la corte sanchista, insultos que salían desde la propia Moncloa. Ellos sí han trabajado para que los españoles sepamos cómo funcionaban Santos Cerdán, Ábalos y Koldo –apenas hemos comenzado a conocer qué hay debajo de esa alfombra– y para escuchar por fin –de boca del presidente del Gobierno– que «lo siente», que habrá una auditoría en el partido… y para de contar. Porque este hombre no se marcha ni con agua hirviendo.

Solo Carles Puigdemont, solo sus socios de investidura tienen la llave del cambio. Y a ninguno de ellos les interesa que se produzca. ¡Ni siquiera, habiéndose leído esta pieza de casi 500 folios! Con tramos sonrojantes, porque se nos ha explicado cómo la carrera política del propio Sánchez se ha cimentado en una gran mentira, que comenzó con el amaño de las propias primarias de las que salió elegido.

La gran decepción no es la que se ha llevado Pedro Sánchez con sus hombres de confianza. Es la de todo un país respecto a él. No es digno de continuar en La Moncloa quien pretende zanjar acontecimientos gravísimos yendo de víctima y dando por buena y suficiente la dimisión de su mano derecha (que, por cierto, se nos ha ido con un simple comunicado, sin dar la cara). Teniendo a todo su entorno personal imputado, para este presidente no existen cortafuegos, ni vergüenza. Por su Manual de Resistencia le conoceréis.