El buen salvaje

Campeonísimas

Vamos, hombre, el fútbol lo inventaron los hombres, en principio caballeros, pero, como casi todo, lo administrarán mejor las mujeres

El fútbol femenino es la gran revelación y la gran revolución del deporte del siglo XXI. Los niños (y las niñas, je, je) querrán completar el álbum de nuestras futbolísimas que son para España tan campeonas como si ya hubieran ganado la final. Eso es poner una pica en la tierra prometida de la igualdad y no quedarse en tetas como Eva Amaral, la chica que uno creía ya cadáver musical como su adorador Rubalcaba. Ni que fuera Ronaldo enseñando abdominales, que tiene algo de porno consentido. La imagen de Amaral es la de ese bajón cuando uno se despierta y descubre que alguien duerme cerca y no es Margot Robbie o Ryan Gosling. Lo petaría la Barbie futbolista, por cierto.

Hay que echarle pelotas para llegar hasta ahí mientras los machirules se pegan por un tal Mbappé. Vamos, hombre, el fútbol lo inventaron los hombres, en principio caballeros, pero, como casi todo, lo administrarán mejor las mujeres. Todas ellas hacen vibrar de nuevo a un país que se creía en un estercolero y se vio de repente en el jardín del bien sin que nadie escupiera y se tocara los bajos, joder, que parece que si no se hace el bestia los goles son de señoritas. Pues sí, son las señoritas las que vienen a poner a todos los gorilones, esos que usan más cremas que toda la selección femenina española junta, en su sitio.

España ha aprendido que dar patadas es cosa de mujeres, lo que deja en calzoncillos blancos (hubo un tiempo, el tiempo de mi padre al menos, en que se decía calzoncillos blancos) a los negacionistas de la cosa, los que miraban de soslayo y con cierta condescendencia a las nuevas reinas que llevan corona y sudan como hembras con celo de triunfo.

Ya solo son los toros el espectáculo en el que las estrellas mean de pie, que ya viene siendo como antiguo. Basta una influyente serie de Netflix para que acabemos sentados mirando no se adónde, pero ese es otro asunto. Hoy no es día de ponerse masculino áspero y burlón sino femenino hasta el último pelo de las cejas. Bravo por ellas.