Alfonso Ussía
A la mezquita
Cinco mujeres de Femen –algún marimacho había entre ellas–, con el torso desnudo y con unos mensajes escritos sobre sus cuerpos, insultaron y humillaron al cardenal Rouco Varela a las puertas de una iglesia. El templo se hallaba abarrotado de fieles. De tetas abajo se podía leer «Toño, fuera de mi coño» y «el aborto es sagrado». Con el buen gusto que caracteriza a estas volcánicas guarrindongas lanzaron sobre la cabeza del cardenal algunas bragas con pintura roja. Hay que reconocer un gran ingenio estratégico en las chicas. Y muy buen gusto literario. La rima «Toño, fuera de mi coño» merece un análisis y un ciclo de conferencias en el Círculo de Bellas Artes.
En España hay más de dos mil mezquitas. La mujer en el Islam es lo más parecido a una mula de carga. Obedece, acepta toda suerte de castigos físicos, marcha detrás del hombre, es objeto de tratos y mercadería, no vota, no puede conducir, y por una simple deslealtad matrimonial, su familia está autorizada a darle muerte. Curiosamente, ningún pezón de Femen se ha asomado a las puertas de una sola de las dos mil mezquitas, y eso dice mucho de la escasa información que tienen estas chicas de la ubicación de los templos del Islam en España. No dudo que de saber su situación, estas chicas de Femen acudirían en masa a enseñar las tetas a los creyentes de Alá exigiéndoles un esfuerzo de amabilidad hacia sus mujeres, pero en los archivos de Femen es imposible encontrar datos y direcciones de mezquitas.
Y hay otro problema. No hay autoridad religiosa islámica con un nombre o apelativo que rime con «coño». Ese «Toño, fuera de mi coño» es imposible rimarlo en árabe. Lo más, «Abdelaziz, fuera de mi nariz», pero perdería impacto informativo. Porque está claro que para exigirle a Abdelaziz que salga de la nariz de una militante de Femen, enseñar las tetas resulta innecesario. Y además, que en una mezquita abarrotada de fieles seguidores de Mahoma no soportarían con la misma serenidad y mansedumbre que los católicos un ataque a su autoridad religiosa en las puertas de su templo. Saldrían todos a la calle a impedir la grosería y vengar la ignominia, lo cual situaría a las de las tetas en una contingencia de riesgo, posibilidad que estas chicas no desean experimentar.
En el fondo, lo que anima a las militantes de Femen a enseñar las tetas es una liberación literaria. El Presidente de la Conferencia Episcopal Española y Cardenal Arzobispo de Madrid, don Antonio Rouco –que no moverá un dedo en perjuicio de sus agresoras–, sí puede ser llamado por sus íntimos y familiares «Toño». En este caso, se ha culminado la difícil composición del poema reivindicativo. Más complicado resulta encontrar a otro obispo, castizo y retrechero, al que se conozca por «Pichi». En ese supuesto, el mensaje también sería impactante. «Pichi, fuera de mi chichi». ¿Pero qué sucedería si el obispo a agredir se llamara Práxedes? ¿Quién en Femen es capaz de hallar la rima consonante de Práxedes? «Práxedes, fuera de mi coño» no rima, y ante el fracaso poético, las tetas pierden bastante consideración entre la ciudadanía.
Se dice que se trata de una posesión diabólica. No estoy en absoluto de acuerdo. Mefistófeles no pierde el tiempo con tontas. Intenta apoderarse de las almas inteligentes. ¿Para qué va a perder el tiempo con las de Femen? Todo responde al simplismo elemental del laicismo necio. El aborto es una excusa. Lo que ignoran estas chicas es que la sociedad desarrollada desde el humanismo cristiano es la que les permite agredir a un cardenal mostrando las tetas con el único riesgo de que se les enfríen los pezones. Ante las mezquitas, el riesgo cambia.
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