Restringido
¿A por la tercera?
Nos acercamos al 26-J y al final de una campaña electoral claramente polarizada, en la que los programas han quedado relegados a un décimo plano para dejar todo el protagonismo a los posibles pactos de gobierno.
Ya nadie habla de economía, de empleo o de educación, y mucho menos de política exterior, de cultura o de inmigración; ahora se trata de intentar por todo los medios rebañarle al competidor más cercano el mayor número de votos, ya sea poniéndole a caldo, caso de Ciudadanos con el PP, o robándole directamente sus señas de identidad, que es en lo que está Unidos Podemos con respecto al PSOE.
En el tema de los pactos –y teniendo en cuenta que Albert Rivera ha optado por echarle definitivamente el cerrojo– el que peor lo sigue teniendo es el Partido Popular, que mantiene sin embargo la calma con la esperanza de que sea precisamente esa toma de posición de Ciudadanos la que haga volver a su redil a quienes votaron a los naranjas en diciembre creyéndoles aliados naturales de los de Rajoy. En el PSOE, sin embargo, confían en que si no se produce el «sorpasso» la reedición del acuerdo con Rivera fuerce a los populares a dar un paso atrás, que es a lo que apuntaba Jordi Sevilla cuando tuiteaba lo de dejar gobernar a quien consiga el mayor número de apoyos.
Y esto es en lo que están todos. Lo de la transversalidad les ha durado menos que la espuma de una caña mal tirada. Veremos cómo se las apañan cuando llegue el momento de hacer cuentas de verdad, con los resultados definitivos ya sobre la mesa, pero en este momento, con las encuestas en una mano y la declaración de intenciones de unos y otros en la otra, la probabilidad de una tercera convocatoria electoral no sólo no es un fantasma, sino que empieza a tener una densidad corporal preocupante.
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