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La Razón
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Quién lo iba a decir. Nadie podía sospechar que a Mariano Rajoy se le subiría la sangre a la cabeza. En sus cuatro años en La Moncloa, el presidente ha demostrado ser un hombre previsible, de combustión lenta. De ahí que nadie imaginase que se fuera a echar a un lado y, con todos los ojos puestos en él, pasase el turno del debate de investidura. De hecho, lo tuvo que rumiar mucho. Convocó a varios dirigentes del PP, encabezados por Cospedal, y, según trasladan fuentes solventes, los reunió alrededor de una mesa con Sáenz de Santamaría y Moragas, entre otros.

El análisis de la situación condujo a este primer círculo del presidente a rechazar provisionalmente el paso al frente. A Rajoy, a la postre, sólo le esperaba la humillación de la derrota. Además, esa circunstancia sería lo que más reforzaría el frente anti-PP. Hubo en esa cita quien llegó a recordar una famosa sentencia del checo Václav Havel: «La impaciencia política es como pretender derribar un árbol tirando de sus hojas». Había que chutar la pelota a otro tejado. El tiempo de Rajoy, del que con tanta insistencia habla el PSOE, es ahora el de Sánchez. La jugada es de riesgo, claro, pero deja al líder de los socialistas con menor margen. Y es que Rajoy ha trastocado sus planes. El presidente del Gobierno no pretende pararse ahí. Va a seguir moviendo las piezas del tablero. «Sin dar nada por perdido», aseguran los consultados. Rajoy desea aprovechar estos días para concretar su oferta, sus particulares Pactos de La Moncloa, y dejarla caer, al menos a través de la prensa, sobre el Comité Federal del PSOE del día 30. El domingo ya Cospedal habló de una «Segunda Transición». En el PP consideran que el cónclave socialista será tenso y ofrecerá sobresaltos. Rajoy y su entorno mantienen contactos con referentes del PSOE quejosos de la egolatría en que se ha instalado Sánchez. Se lamentan por la suerte que correrá su partido de aceptar el abrazo de Podemos e independentistas, a quienes nada les une. Esas voces preferirían verse en la oposición, con un Gobierno minoritario del PP, en una Legislatura muy corta y que propiciase los cambios institucionales que precisa España. Y, sobre todo, no desean verse apeados de sus principios ni del liderazgo en la izquierda.

No hay que ser muy imaginativo para darse cuenta del calvario que le espera al PSOE de Pedro Sánchez yendo de la mano de un Pablo Iglesias que desea romper el sistema. El PP, con Rajoy o con cualquier otro al frente, ni debería cargar las tintas para hacerle una oposición demoledora. Porque estaría durmiendo con el enemigo.