Elecciones Generales 2016

«Abstencioncillas»

La Razón
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Está Rajoy cerrando los primeros contactos con representantes de los partidos en un orden de menor a mayor y de protocolo no escrito, tal vez por aquello de ir apalabrando apoyos menos complicados –esta semana veremos el «137+1» con la suma de la canaria Oramas– y dejando a los grandes que garantizarían investidura y una mínima gobernabilidad un primer periodo de digestión de los resultados del «26-J» en clave interna. Un lógico margen para no andar aporreando precipitadamente la puerta de quienes aún se lamen las heridas.

Aun siendo todos conscientes de que esta vez unas terceras elecciones serían un quebranto de proporciones insospechadas aparte de un ridículo histórico –no existe precedente alguno en Europa desde la Segunda Guerra Mundial de repetición de elecciones en un país por falta de acuerdos para formar gobierno–, nadie quiere ser el primero en saltar a la pista para echarse un baile de la mano de Mariano Rajoy y menos aún si el baile acaba en romance ante la vista de toda la concurrencia. Ahora lo que toca, salvada alguna excepción como la apuntada de Coalición Canaria, es hacerse los dignos, no solo en clave de la propia parroquia sino ante lo que podría suponer un lastre en el papel de oposición parlamentaria de cara a la nueva legislatura. El pacto de Aznar y Arzallus en el 96 no se presentaba más sencillo que hoy, costó dolores de muelas, pero llegó a puerto y fue precisamente Rajoy uno de los artífices del desbloqueo con el PNV. En el caso de Ciudadanos la gran pregunta se la deben de estar formulando esos más de tres millones de electores que le dieron su confianza: ¿Qué utilidad le van a dar a mi voto? Una pregunta que no acaba de tener respuesta ni en las posiciones contradictorias de los dirigentes del partido de Rivera, ni en el hecho de que éste plantee y descarte, según le venga el aire, una posible investidura de Rajoy a dos años.

Queda finalmente el más «decisivo». Conscientes en el PSOE de que el sufrido electorado primero dispararía y después preguntaría de verse abocado a terceros comicios y tras escucharse desde Portugalete hasta Despeñaperros la carcajada. Ante el «gobierno de salvación» con Sánchez de vicepresidente, los movimientos apuntarán a un doble objetivo: a) vender lo más caro y lo más tarde posible una eventual abstención o «abstencioncilla» de unos pocos al estilo CUP-Puigdemont que facilite la continuidad de Rajoy en la Moncloa y b) recuperar el papel de referencia y alternativa única de poder desde una oposición seria y claramente diferenciada de la «syrizilandia» en que Podemos puede convertir su presencia en el Congreso de los Diputados. El domingo 26 se frenó el «sorpasso», pero no nos engañemos, el verdadero golpe de gracia a Podemos desde las filas socialistas, ahí donde en realidad se puede asestar, es desde una labor de oposición en el nuevo Parlamento que inteligentemente gestionada y sea con Sánchez o con otra u otro líder al frente le permitiría recuperar la condición de alternativa. Bipartidismo, ¿sí, y qué?