Paloma Pedrero
Adoptarnos
Cuando mi hija llegó, sólo le quedaba un abuelo, Juanito, el padre de su padre, un anciano estupendo del que pudo disfrutar apenas tres años. El abuelo la llevaba encima de él, al final en su silla de ruedas, y mi Candela todavía lo recuerda con inmensa ternura. Son tan importantes los abuelos en la vida de los niños... Así que mi hija decidió adoptar al menos dos abuelas. Dos amigas mías mayores que aceptaron encantadas la propuesta. En mi casa somos mucho de adoptar. Adoptar a quienes quieres porque los quieres. Hace doce años tuve la suerte de conocer a Raúl, un músico joven con el que me unía una historia profunda y entrañable que venía de nuestros padres. Después de descubrirla y descubrirnos, pactamos ser hermanos con todo lo que comporta. Nuestras familias biológicas nos observaban con cierta ironía. Cosas de artistas, pensaban. Ahora ya saben que no, que son cosas del alma. Pues bien, todo esto me lo trae a cuento una noticia preciosa que acabo de leer: Existe una fundación llamada «Adopta un abuelo», creada por Alberto Cabanes. Alberto visitaba a su abuelo en una residencia, y cuando este murió se hizo cargo de Bernardo, un anciano sin nietos que deseaba profundamente uno. Alberto y Bernardo se adoptaron y, viendo que era maravilloso para ambos, al joven se le ocurrió hacer la Fundación que ya funciona en varias ciudades españolas. Este año un centenar de viejitos, en su mayoría sin familia directa, tendrán nietos, y ya nueve países están interesados en imitar este modelo de voluntariado. No me extraña, una abuela, un abuelo, es una mina llena de tesoros. Hay tantas personas, tantos animales, con ese don. Y nos están esperando.
✕
Accede a tu cuenta para comentar