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Afortunado San Valentín

La Razón
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En el año 1382, el escritor inglés Geoffrey Chaucer –al que, sin duda, muchos recordarán por sus extraordinarios «Cuentos de Canterbury»– decidió honrar con unos versos el primer aniversario del compromiso matrimonial contraído entre el rey Ricardo II de Inglaterra y Ana de Bohemia. Como quien no quiere la cosa, en el poema compuesto a la sazón, Chaucer, casi de pasada, se permitió señalar «porque esto fue en el día de San Valentín, cuando todos los pájaros vienen a escoger su pareja» («For this was on seynt Volantynys day Whan euery bryd comyth there to chese his make»). Poco podía sospechar el poeta Chaucer la trascendencia que aquellos versos sencillos tendrían sobre la historia posterior. De hecho, fue la primera vez que alguien relacionaba el amor y la búsqueda de pareja con la celebración de San Valentín. A partir de entonces la vinculación entre ambos extremos sería continua y, de hecho, San Valentín no se desvincularía de los enamorados por obra y gracia de nuevas leyendas, películas e incluso los intereses de los grandes almacenes. La historia ya es de por sí llamativa y curiosa, pero aún resulta más peculiar cuando tenemos en cuenta otra circunstancia que podría haber desplazado a San Valentín de su recuerdo anual e incluso haberlo sumido en el olvido. Resulta que el calendario que regía en la época de Chaucer era el juliano, derivado, como su nombre indica, del impulso genial de Cayo Julio César. Distinto del gregoriano y conservado, por ejemplo, en Rusia hasta el triunfo de los bolcheviques, el calendario juliano presenta, por su menor exactitud, una diferencia de días con el nuestro. De hecho, el 14 de febrero, día de San Valentín, caía en nuestro 23 de febrero, cuando, por cierto, algunos pájaros ya se apareaban en Inglaterra y el poeta había tenido oportunidad de contemplarlos. En otras palabras, San Valentín se convirtió en el santo de los enamorados porque Chaucer vivía en una época de inexacto calendario que ubicaba la festividad de San Valentín erróneamente en paralelo con las costumbres amatorias de ciertas especies. Sin duda, fue afortunado San Valentín ya que si Chaucer hubiera escrito con el calendario actual, el honor de ser el patrono de los enamorados hubiera recaído en Policarpo, Juan Segador, Sireno o incluso Milburga. Se mire como se mire, hay que reconocer que determinadas circunstancias alteran de manera afortunada la existencia.