José Antonio Álvarez Gundín
Al asalto del cielo
No se conquista el poder si antes no se gana la batalla del lenguaje. La fórmula magistral de Podemos no es su ideario, que es una papilla de marxismo naif para adolescentes de maduración lenta, sino su reinvención de las palabras. Frases como «el cielo no se toma por consenso, sino por asalto» son latigazos que recorren el espinazo de los jóvenes urbanitas como descargas eléctricas al margen de su significado real. Del mismo modo que el Mayo del 68 acuñó un nuevo idioma para expresar la utopía, el movimiento de Pablo Iglesias recrea el nombre de las cosas. No inaugura una concepción del mundo, sólo lo bautiza con el lenguaje lírico de los neófitos. Así nacen expresiones como «partidos de la casta», «círculo ciudadano», «la gente es nuestra patria» o «democratizar la economía», que suenan en los oídos de las nuevas generaciones con el cascabeleo hipnótico de un sonajero.
Frente a eso, la retórica de Cayo Lara o de cualquier dirigente de IU resulta rancia y cansina, una sobada colección de eslóganes que incluso a Lenin le parecerían viejos. Pero tampoco Pedro Sánchez lo tiene fácil frente al discurso proteico de Pablo Iglesias. Por más que el nuevo líder del PSOE haya rejuvenecido el argumentario del partido, a veces con excesiva audacia, no posee aún su capacidad de seducción. Como la tuvo, por ejemplo, Felipe González en la Transición gracias a que introdujo el vocabulario de la calle en el debate político y desplegó una arenga reconocible para la mayoría. Su aplastante victoria en 1982 fue también el triunfo de una forma diferente de nombrar las ilusiones. De ahí que para vencer a Podemos en el corazón de los jóvenes no bastará con tacharlo de populista o demagógico, que ciertamente lo es, sino descodificando su lenguaje y desnudando su ropaje conceptual. El liderazgo emocional de la izquierda no se juega hoy en el campo de las ideas ni de las recetas políticas, sino en el de las palabras y las imágenes que poseen la virtud de rescatar la fe y devolver la esperanza a los que penan en el purgatorio de la oposición. Y todo apunta a que «el de la coleta» lleva la delantera con su cielo prometido. Es verdad que Pedro Sánchez está haciendo un gran esfuerzo de recomposición del PSOE y que ha apostado con inteligencia por la moderación frente a los cantos de sirena que le invitan a variar el rumbo. Que ya nadie se acuerde de su antecesor es un buen síntoma. Pero todavía tiene que arrastrar el amargo recuerdo de unos gobiernos socialistas que devaluaron el país y propiciaron el surgimiento en las ciudades de un nuevo relato de la izquierda: Podemos.
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