Atlético de Madrid
Algo habrá hecho el Atlético, ¿no?
Bajó el pistón. Disminuyó la intensidad. Se acabó el amor. El Barça está con el depósito a rebosar cuando los tres tenores presionan arriba la salida del balón y los guardaespaldas trabajan como estajanovistas; cuando entre los gorgoritos no hay gallos; cuando el centro del campo organiza la filarmónica y no hay equipo capaz de abrir un debate sobre ese penalti no señalado porque pisar el área azulgrana, en momentos de intensa y deslumbrante luminosidad, es imposible. Cuando el Barça se muestra así, poderoso, avasallador, rutilante y bello, con el físico en 90-60-90, no hay equipo que se le resista. Posee tantos encantos que desborda, golea y arrasa, como si no hubiera una alineación sobre la Tierra capaz de plantarle cara o crearle dificultades. Cuando encandila, combina, crea ocasiones y mete goles como Stephen Curry tiros de tres, es inalcanzable. Y cuando baja el rendimiento, le falta chispa, una velocidad y llega al balón después del sereno, padece. En Anoeta le sucedió y perdió. Con el Atlético sólo la generosidad de Felix Brych le ha permitido llegar algo más lejos y soñar; pero el sueño, como hace dos años, era rojiblanco. Y es tan verdad que el Barça está tieso, al estilo de la mojama, como que el Atleti le maniató, le bloqueó, le desesperó y le dio una lección de garra y pundonor hasta eliminarlo. Luis Enrique ha admitido el bache, también Piqué, algo pasa con el Barça. Ha bajado su rendimiento y la Liga que tenía ganada con 9 y 10 puntos de ventaja, hace poco menos de un mes, sobre colchoneros y merengues, tiende a evaporarse con la distancia recortada a 3 y 4. Ya ni la final de Copa con el Sevilla parece chupada. Todo eso es cierto, como lo es que algo habrá hecho el Atlético para arruinarle la Champions y amenazarle en la Liga; posiblemente, que está más fresco y juega mejor.
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