Julián García Candau

Amaya, gran heroína

Amaya Valdemoro ha sido deportista con éxito y no ha muerto en el intento. Se va y deja memoria viva. Ha sido internacional en 258 ocasiones, campeona de la NBA femenina tres veces, ha recorrido medio mundo con éxito y, finalmente, ha dicho fin. Lo ha hecho entre lágrimas y, aunque ella se confiese «llorona» hay pocas cosas más tristes que decir adiós a una profesión cuando no se ha vivido otra. Las lágrimas en este caso las deberían derramar los amantes de esta disciplina y todos cuantos saben valorar las trayectorias de gentes como Amaya.

Ha dicho adiós y le ha debido costar porque, ni la edad, ni el cansancio físico y mental de los muchos años en la cancha, podrían otorgarle ningún calificativo que disminuyera su todavía notable actitud para seguir tirando a canasta. Amaya se ha ido en el momento justo. Nadie podrá recordarla en la cuesta abajo. En el pasado mes de junio aún fue figura notable en la Selección que ganó el campeonato de Europa en Francia y a las anfitrionas.

El tiempo siempre corre en contra de los deportistas y por ello es más plausible escoger el momento idóneo para tomar el último tren y sacar el pañuelo. Es cierto que continuará ligada al baloncesto, por lo que el adiós tiene matices. No obstante no volver a la cancha es decisión firme. A las mujeres españolas les ha costado mucho abrirse camino en el deporte. Desde las pioneras a hoy, ha habido que sufrir. También lo ha hecho Amaya a pesar de lo mucho que ha podido gozar como campeona.

Posdata. El Racing, tres meses sin cobrar, eliminó al Sevilla.