M. Hernández Sánchez-Barba

América fundación española

El historiador Francisco López de Gómara nació en 1511. El mismo año que, en la lejana isla de La Española, primera gobernación creada en 1502 por los Reyes Católicos, se levantaba la airada voz del P. Montesinos, iniciando el largo camino de lo que el historiador norteamericano Lewis Hanke denominó, en un libro titulado «La lucha por la justicia en la conquista de América», la polémica en torno al establecimiento de la encomienda indiana, estudiada a fondo por el historiador mexicano Silvio Zavala. Ya había muerto la Reina Isabel I y su esposo Fernando, recuperado el gobierno del Reino de Castilla tras la muerte del marido de la reina Juana.

La denuncia de Montesinos tuvo una respuesta inmediata. El rey convocó una reunión en Burgos de teólogos, letrados y juristas que trabajaron intensamente para redactar las Leyes de Burgos de 1512, ratificadas y ampliadas el año siguiente en Valladolid. En dichas Leyes se legislaba sobre lo que ya había declarado la reina en su Testamento y Codicilo (1504), dado en Medina del Campo. Quiérese decir que veinte años después del Descubrimiento, la fundación española en la América insular ya estaba en trance de ofrecer resultados importantes: se ha creado la primera Gobernación, la primera Audiencia y el primer Obispado en Santo Domingo y la planificación sistemática de los nuevos reinos americanos continuará hasta 1598, año de la muerte de Felipe II.

El pórtico es La Española. De ella se origina la expansión antillana, las primeras fundaciones de ciudades en el istmo atlántico y en Castilla del Oro, con la fundación de Panamá, una vez producida la trascendental toma de posesión del Océano Pacífico por el primer líder de elección Vasco Núñez de Balboa; también desde las grandes Antillas –Cuba, en concreto– se llevaron a cabo las primeras expediciones al continente: Hernández de Córdoba, Juan de Grijalva y la definitiva de Hernán Cortés, descrita por él mismo, con un gran sentido de Estado, en sus «Cartas de Relación».

Hay en América un proyecto español de organización del Nuevo Mundo americano que tiene tres vertientes: la fundación de los reinos americanos, mediante la participación de intereses particulares y del Estado monárquico, que supuso un serio trastorno para la política internacional, e importantes modificaciones a efectos del trazado de un nuevo mapa político del Occidente cristiano. La historia de España inauguró la primera organización del mundo, con sentido planetario.

La segunda cuestión es la polémica intelectual, abierta a partir del sermón de Montesinos, que origina la atención preferente del catedrático de Teología Prima de la Universidad de Salamanca, Francisco de Vitoria, fundador de la Escuela de Salamanca, regulador de la política espiritual evangelizadora y los fundamentos de la inevitable y necesaria política internacional, de cuya doctrina es creador, así como de los justos títulos que otorgaron legitimidad al dominio de España en lo que Juan Ginés de Sepúlveda denominó «De Orbe Novo».

El tercer problema consiste en el planteamiento, estructura y puesta en marcha por el Estado de un proyecto para la organización religiosa, política, económica, social y cultural del Nuevo Mundo, que, a su vez, presenta tres dimensiones: la evangelización o conquista espiritual del mundo americano, cuyo coste asume la Corona, creando el Regio Patronato Indiano; la institucionalización de América, iniciada en 1503 con la creación de la Casa de Contratación bajo términos de concesiones comerciales, preparación de las armadas, huestes bajo capitulación e instrucciones; y la orientación y organización de la vida social, centrada en la fundación de aldeas, villas y ciudades que surgieron por centenares en el proceso expansivo del inmenso continente, una vez que, tras la conquista de los imperios azteca e inca, se crearon los dos grandes Virreinatos del siglo XVI: Nueva España (1534) y Perú (1542). El territorio integrado en este tiempo pasa de 2.500.000 kilómetros cuadrados.

La magnitud supuesta de estos tres apartados merece un reconocimiento hacia el gran esfuerzo llevado a cabo por el Estado y la Sociedad españoles durante la época fundacional. Porque la fundación de los reinos y la constitución de las sociedades son el producto de un proyecto dirigido por el Estado con participación activa. El conocimiento, la investigación de la Naturaleza, de las formas de vida, la cultura, la convivencia bajo las instituciones, de modo especial bajo la orientación de los Cabildos municipales, la creación de leyes específicas, normativa respecto a la convivencia y comunicación urbana, así como el levantamiento de iglesias, monasterios, catedrales, ciudades y fortificaciones costeras. Todo ello en contacto directo con las culturas aborígenes en sus diferentes niveles de civilización, con un sorprendente desarrollo político, religioso y científico en los grandes ejes de México y Perú. La fundación fue de una gran dificultad, origen de una sociedad polivalente y pluralidad de ritmos jurídicos, con leyes propias de regulación social.