Alfonso Ussía

Aprovechado

La Razón
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Se ha dado un intolerable, inadmisible caso de acoso sexual en el Ejército. Su víctima, la hoy comandante Zaida Cantera, que padeció esa grosería cuando era capitán. Los acosadores, dos tenientes coroneles, uno de ellos condenado y el otro ascendido a coronel en el último tramo del Gobierno socialista presidido por Zapatero. Irene Lozano ha escrito y publicado un libro en el que pormenoriza la angustia de la bella capitán y critica la pasividad de las Fuerzas Armadas ante los acosos sexuales. Irene, a la que mucho estimo y respeto, es diputada de UPyD y Máximo Pradera le ha dedicado un libro de una sola entrevista.

Siempre que surge un caso de acoso sexual en las Fuerzas Armadas, los antimilitaristas camuflados escriben entusiasmados sus vómitos contra los militares. Parece mentira que Irene Lozano, que es periodista, inteligente y atractiva, no conozca casos de acosos sexuales en las redacciones de los periódicos, en las bambalinas de las cadenas de radio y televisión, e incluso, en los aconteceres diarios de los partidos políticos. Por desgracia, el acoso sexual – no precisamente exclusivo del machismo español–, está a la orden del día en las oficinas, en los bancos, en los restaurantes y hasta en la subsecretaría general de Seguros. Pero sólo adquiere el motivo de la crítica hepática cuando se trata de una militar. Estoy plenamente del lado de la comandante Cantera. Y plenamente del lado de quienes defienden la honestidad y la ejemplaridad de las Fuerzas Armadas.

Se ha escrito que las Fuerzas Armadas no son democráticas. Creo que no hay una institución en España que haya demostrado con más decencia, patriotismo y continuidad su implicación en el sistema democrático que las Fuerzas Armadas. Otra cosa es que el funcionamiento interior de los Ejércitos sea democrático. No lo es en ningún ejército del mundo. Las Fuerzas Armadas son jerárquicas, y nadie ha sido obligado a ingresar en sus filas. Los militares son los únicos españoles privados –por respeto a los ciudadanos que arman sus regimientos, buques de guerra y aviones–, de la libertad de expresión. El militar ordena o cumple órdenes. ¿Se figuran una campaña electoral de diez coroneles por los cuarteles, solicitando a soldados, cabos, suboficiales y oficiales su voto para ascender a generales?

El ascenso de un teniente coronel acosador a coronel es un lamentable error, del que no es culpable el ministro Morenés, que no era ministro de nada cuando tal ascenso se produjo. La comandante Zaida Cantera tiene todos los motivos y justificaciones para sentirse herida y maltratada, pero quien le ha herido y maltratado ha sido un superior en la jerarquía, no las Fuerzas Armadas.

En el mundillo del Cine, el Teatro y las televisiones se dan lacerantes casos de acoso sexual todos los días. Más que acoso, exigencia sexual jerárquica: -O pasas por el catre o el papel se lo doy a otra-. No se denuncia. Y de hacerlo, los medios de comunicación le conceden muy limitada importancia. Pero si se trata de un militar, todos los militares son acosadores, todos son machistas, todos abusan de sus subordinados y todos son culpables sin remisión. Como escribe un columnista de la izquierda programada, todos los militares marcan el paso con el rencor a nuevas tropas. ¿Han intentado en alguna ocasión estos críticos desorientados o simplemente malintencionados conocer de cerca la vida cotidiana de los militares? Por supuesto que un insignificante porcentaje puede manchar con sus actos su uniforme, pero el deshonor del macho que acosa a una mujer de inferior graduación o responsabilidad profesional se produce con mucha más asiduidad en la vida política, empresarial y civil que en la militar.

Un grave error personal no puede manchar a quienes viven para defender y honrar también a aquellos que los insultan.