Toni Bolaño
Artur Mas mueve sus peones en el Barcelona
El tsunami que ha acabado con la presidencia de Sandro Rosell en el Barça está lejos de amainar. Jordi Cases, el socio que presentó la querella –con más de 3.000 seguidores en Twitter–, estudia retirar la denuncia que ha acabado con el presidente culé más votado de toda la historia. El motivo, «no hacer daño ni al Barça ni a Cataluña». El entorno de Sandro Rosell y del nuevo presidente, Josep María Bartomeu, se han envuelto en la bandera acusando de la situación al contubernio madrileño. Ese que ataca al Barça porque ha contratado a Neymar por «desesperación y envidia». Florentino Pérez, el presidente del Real Madrid, es su rostro. Su cuerpo, la animadversión generalizada a Cataluña. Algunos prohombres barcelonistas han utilizado estos argumentos para que Jordi Cases, un activista independentista, ponga la marcha atrás. Otra cosa es que el juez Ruz, ante los indicios de delito, siga la investigación –con la Fiscalía– de oficio. De hecho, se espera que el juez haga imputaciones en los próximos días para esclarecer la «apropiación indebida en su modalidad de distracción». Rosell podría ser imputado. Pero también Bartomeu. El entonces vicepresidente estampó su firma en la mayoría de los contratos de Neymar. Para evitar esta delicada situación para el nuevo presidente del Barça, Cases no ampliará la querella como tenía previsto, aunque evitar su imputación es harto difícil.
Las editoriales de algunos diarios catalanes azuzan esta versión. Son los adalides de este «remake» del «España contra Cataluña», argumento manido por el nacionalismo catalán. Rosell fue aupado a la presidencia del Barça por la oligarquía catalana y contó con el activo apoyo de Convergencia Democrática de Cataluña, partido del que su padre fue fundador. Esa sociedad civil –pseudónimo de oligarquía– impulsada por el entonces director de «La Vanguardia», José Antich, tenía un importante socio en la política: la Convergencia de Artur Mas, que estaba a punto de convertirse en el nuevo presidente de la Generalitat. El nuevo director del diario, Marius Carol –ferviente culé–, parece haber tomado el testigo. Y CDC no está dispuesta a perder su influencia. Sandro Rosell se sentía fuerte en 2010. Contaba con un amplio respaldo entre socios y resortes de poder. Las demandas que la Fiscalía de Brasilia presentó contra su empresa Alianto, ubicada en Brasil, por un caso de corrupción en un partido amistoso, fueron silenciadas. Sin embargo, su falta de «mano izquierda» le enfrentó con los iconos del barcelonismo. Primero, dirimió sus cuitas a cuchillo con Joan Laporta. Luego, con Cruyff. Más tarde con Guardiola. Eso sin contar el oscurantista contrato con Qatar, los líos con la grada joven o la prohibición de la presencia de niños en las gradas. En conclusión, Rosell ha cometido errores en su gestión, por su política de mentiras y medias verdades, que han incendiado el polvorín del club más cainita de España: el Barça. Con su dimisión, el partido de Artur Mas ha puesto en marcha todos sus peones para no perder el control del club. Algo que sólo ha conseguido con Rosell en la presidencia. No tiene ninguna intención de perderlo. La Junta del Barça cerró el jueves un acuerdo para cumplir con el mandato que acaba en 2016. El objetivo pende de un hilo. Bartomeu puede ser imputado por Ruz y, aunque no está obligado a dimitir, su debilidad será evidente. Por eso, en el entorno de Sandro Rosell y del barcelonismo oficial se aupó de manera fulgurante un candidato: Carles Vilarrubí. Vilarrubí es miembro de la Junta del Barça, aunque ayer no estuvo presente. Llegó en el AVE desde Madrid a las 20:30. Se fue a las oficinas del Barça y estuvo presente en la rueda de prensa. No en la junta. El candidato in pectore es miembro del consejo de administración del Grupo Godó, editora de «La Vanguardia» y propietaria de RAC-1 y 8TV, y su esposa, Sol Daurella, es la principal accionista de Coca-Cola España. Vilarrubí siempre ha estado vinculado al círculo más íntimo de la familia Pujol y considerado como la persona más relevante del sector de los negocios del partido nacionalista. La urgencia en filtrar un candidato por parte del «sandrismo» vinculado a CDC tiene como fundamento evitar perder el control de un club. El Barça es más que un club porque ha representado las esencias del catalanismo. Hoy, además, es el portavoz autorizado del movimiento independentista. Con la candidatura de Vilarrubí se quiere cerrar el paso a otros candidatos. Todos miran de reojo al ex presidente Joan Laporta. Su entorno está muy activo. De hecho, fuentes conocedoras de sus movimientos auguran candidatura. Él lo niega. Quiere asegurarse primero que la actual junta de Bartomeu agota los plazos para querellarse contra él por la polémica de los avales. Estos plazos finalizan la próxima semana. Laporta considera que las elecciones no se podrán atrasar hasta 2016 y que se convocarán para el verano. Sólo le queda esperar. Ver cómo evolucionan los acontecimientos. Entonces moverá pieza y anunciará su candidatura. En febrero, Laporta será candidato. Volverá el tsunami al Barça sin el concurso ni de Ruz, ni de Florentino. Bartomeu quiere evitar el adelanto electoral. Cuenta con apoyos mediáticos, políticos y económicos para hacerlo. Por eso, desde la junta se insinúa que el referéndum sobre la remodelación del estadio en abril será un referéndum plebiscitario. Si la propuesta de la junta gana, se quiere interpretar como un respaldo a la propia junta. El tocino no tiene nada que ver con la velocidad, aunque algunos quieran hacer comulgar al socio con ruedas de molino.
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