Iñaki Zaragüeta
Así empezó todo
Los políticos que actualmente gobiernan en la Comunidad Valenciana han entrado en una vía de gran riesgo para el futuro, la imposición de la lengua valenciana en claro detrimento del español (castellano sólo lo utilizamos nosotros en el mundo). A la política educativa instaurada desde el Gobierno autonómico por Compromís, coalición en la que hay formaciones claramente catalanistas y nacionalistas. A ello se ha unido la decisión de cambiarle el nombre a Valencia por Valéncia, cuya Corporación está liderada también por Compromís. La Generalitat lo ha hecho oficial. Lo importante es el trasfondo de la anécdota.
La cosa no me preocuparía si, como en los últimos años, el apoyo al valenciano fuera la razón esencial de la modificación en total convivencia con el español o castellano. Se han alterado muchos nombres y no ha pasado nada: Denia por Dénia, Villarreal por Vila-real, Elche por Elx, Villajoyosa por La Vila-Joiosa...
Ahora es distinto. Se produce por ideología. Desde el poder público se quiere imponer y sustituir como única lengua al igual que se pretende imponer el pensamiento único. Tanto, que el sindicato CSIF ha impugnado ante los tribunales el decreto del conseller Vicent Marzà por «discriminar a los alumnos que estudien en castellano». Tiene razón el sindicato. No nos extrañemos si el próximo paso será la sanción a los comercios y centros que no se anuncien en valenciano, incluso a los que se anuncien en castellano. ¿A qué suena esto? A Cataluña. Así empezó todo.
Y Cataluña, según dicen algunos gurús políticos, es el principal problema de España. Independientemente de que yo difiera de ello -pienso que el empleo y el crecimiento, por ejemplo, suavizarían bastante el asunto- todo comenzó hace unas décadas al aceptar la imposición de la lengua catalana y la penalización del español permitiendo incluso la vulneración de la ley, con la educación como instrumento..
Lo curioso es que los socialistas acepten este pulso, sin darse cuenta de que puede ser el camino hacia el fracaso. No recuerdan haber vivido en sus carnes ya el castigo por ello que les llevó a veinte años de desierto.
Soy consciente de que algunos, entre ellos algún amigo que no es Rogelio, me dirán «Iñaki ¿para qué te metes en ese jardín?». Sencillamente, lo creo y tengo tribuna para expresarme. Así es la vida.
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