Alfonso Ussía
Athletic
En mis tiempos infantiles, una abrumadora mayoría de aficionados al fútbol tenía al Athletic de Bilbao como su segundo equipo. En Vizcaya el primero, naturalmente. Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gainza era la breve retahíla que aprendíamos en el colegio antes que la de los Reyes Godos. El Athletic siempre ha tenido un estilo propio, una manera de jugar al fútbol comparable a una marejada, más equiparable al de los equipos británicos que al de los españoles. En la Vizcaya cosmopolita y elitista, la que se alza en las márgenes opuestas de la ría desde Bilbao hasta Guecho, Inglaterra es su pretensión esnob y preponderante. Lo decía una conocida señora de una familia nacionalista para explicar la ubicación de su preciosa casa en Neguri. «Llegando de Inglaterra, la segunda calle a la derecha». Es el Athletic el club de los futbolistas españoles, aunque un decenio atrás admitió en sus filas a un francés, Lizaranzu, vasco pero francés de nacimiento y corazón. Y no todos sus jugadores son vascos. También se nutre de navarros y riojanos.
La política, su excesiva dependencia del PNV, la antipatía de Clemente, y la distancia que establecieron sus dirigentes entre el club y sus seguidores del resto de España, menguaron los afectos casi unánimes que disfrutaba el Athletic en los campos de toda la geografía nacional, pero no cambió su estilo, su ímpetu ni su personalidad. El viernes por la noche disfruté de nuevo con un partido de fútbol sabio e impetuoso del Athletic que venció por cuatro goles a cero, en el nuevo San Mamés, a un equipo que por sus colores –camiseta amarilla y pantalón azul–, deduje que se trataba de la Unión Deportiva Las Palmas. No jugaron bien los canarios, a pesar del gran esfuerzo económico culminado durante este verano para contratar a lo mejor que hay en el mercado. Al menos, ahí estaban Messi, Mascherano y el canario Pedro, ratificando el acierto de mi deducción.
Las Palmas termina de ascender a la División de Honor del fútbol español, y es lógico que el escenario de San Mamés impresionara en exceso a sus futbolistas menos expertos. De ahí la urgente incorporación al equipo de jugadores procedentes del Fútbol Club Barcelona, que en la pasada temporada lo ganó todo. Sinceramente, Messi, Mascherano, Suárez y Pedro jugaban al fútbol mejor en el «Barça» que en la Unión Deportiva. Sus colores no han entrado aún en su amor hacia el nuevo equipo de toda la vida, y se llevaron cuatro roscos como cuatro soles. El fútbol, ya se sabe, es amor por los colores. En Madrid lo ha demostrado el defensa Sergio Ramos, el hermano de René de Camas, que al fin, e impulsado exclusivamente por la pasión que siente por el escudo madridista, ha renunciado a todo para seguir vistiendo el blanco merengue a cambio de un ridículo aumento de tres millones de euros por año más un «bonus» por incentivos hasta el 2020, que está a la vuelta de la esquina. Y está deseando saltar al cuidado y maravilloso césped del Bernabéu, cuyas tribunas, anfiteatros y gradas rebosadas de aficionados, le dedicarán una cerrada ovación como prueba de gratitud por su desinteresado amor hacia el Real Madrid, que casualmente, es también el equipo de toda su vida y en el que soñó jugar desde niño. Se puede afirmar, que Florentino Pérez, a pesar de su firmeza ante lo que podía interpretarse como un chantaje de Ramos y René de Camas, ha actuado con una bondad más cercana a la del padre Ángel que a la de un empresario que administra el dinero ajeno.
Pero de vuelta al Athletic de Bilbao, hay que quitarse el sombrero, o en el caso que nos ocupa, la boina o chapela. La chapela vasca es una boina con mayor diámetro y un pitorro que dobla en tamaño a los de las boinas castellanas. Y volaron de alegría en cuatro ocasiones las chapelas bilbaínas para celebrar los cuatro goles que el Athletic le metió a la Unión Deportiva Las Palmas, en cuyo banquillo de reservas también estaba Piqué, o un deportista muy parecido a Piqué, lo que da a entender el desembolso en fichajes y la gran apuesta deportiva de los canarios con vistas a la temporada en curso. Es lógico que un equipo hecho y derecho como el Athletic supere a un club recién ascendido como los canarios, aunque tenga a Messi. Pero el repaso fue tan contundente que los amarillos con calzones azules entraron en el vestuario, terminado el encuentro, con la preocupación dibujada en sus rostros, porque más que la nueva Unión Deportiva Las Palmas dieron la imagen en San Mamés del Cádiz de «Kichi», que también viste de amarillo con el calzonaje azul.
Nos hallamos en la pretemporada y los desarreglos se pueden superar. No hay que preocuparse. Como dicen los periodistas deportivos «les falta rodaje», aunque los de Bilbao se me antojaron rodadísimos y extraordinarios.
Eso, el lío de las camisetas, las ventas, las marcas, los colores y demás zarandajas. Y Ramos deseando jugar en el Bernabéu para dar un codazo o cometer un penalti tres millones más caros que el año anterior. Por amor al escudo.
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