María José Navarro
Averías (reales)
Un estudio ha confirmado que las carreteras están hechas un asco. Para cualquiera que tenga un utilitario esto tampoco es una novedad ni hacía falta estudio ni nada, pero los estudios siempre vienen bien. En las discusiones de sobremesa es muy útil echar mano de un estudio de la Universidad de Míchigan (exista o no el estudio, la Universidad y el propio Míchigan) para apoyar lo inapoyable, sobre todo si se dice Míchigan como lo leen aquí, con tilde en la primera i, Míchigan, oigan, Mííííchigan. Pero vamos, que ésta es otra historia. La cuestión es que las carreteras están hechas un asco, como bien sabemos los que vamos dando botes de aquí para allá en el asiento copilotero (advertencia: neologismo) o, peor aún, en el asiendo trasero de una Vespa, que es donde servidora de Vds. suele desplazarse. Una reflexiona sobre el estado decrépito de las carreteras y sobre la Edad de Oro del Bache Gordo que vivimos y piensa en Congresos Mundiales de Reparación de Boquetes, en el Año Mundial del Surco Revienta Ruedas y demás formas de atraer turismo al país aprovechando el curso del Pisuerga y no se le ocurre ninguna. Ahora bien, quizá sí sea una atracción turística el estado del parque aeronaútico de la Casa Real, quizá sí podamos inyectar dinero a la economía trayendo turistas a ver cómo se quedan en tierra una y otra vez los Reyes y Príncipes por culpa de las averías en los aviones. Ya puestos, Paradores podría ofrecer paquetes VIP con noche en una suite en Chinchón y visita a las averías más reales de nuestros reales monarcas: la cisterna corriente, la persiana caída, el grifo que gotea.
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