Marta Robles
¿Barbie para niños?
Perdonen ustedes que sea tan estúpida como para creer que la Barbie no es una muñeca para niños. Pero ni siquiera encuentro que sea para todas las niñas. A mí, por ejemplo, nunca me gustó. Y no porque yo jugara con pelotas, coches y tirachinas, que también, sino porque me parecía una muñeca muy cursi y pretenciosa, cuyo lema, al menos aquí en España, era: «Con unos años más, como Barbie seré». Y yo no quería ser como Barbie jamás. Y entiendo que un niño tampoco, a menos que sea gay y su tendencia sexual le pueda redirigir hacia el estereotipo de esa muñeca. Si mañana uno de mis hijos de 8 u 11 años me pidiera una Barbie, me provocaría una especie de shock, porque pensaría que su sexualidad –que viene de fábrica, uno no se vuelve homosexual por jugar con muñecas ni lesbiana por jugar con camiones– era otra distinta a la que yo pensaba y que no lo había advertido. Y si me la pidiera el de 20 se me pasaría por la cabeza que es un tarado o un depravado. Vamos que en ningún caso consideraría que gracias a la relación de la Barbie en cuestión con los chicos se iba a producir un avance en la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. No. Porque somos distintos –gracias a Dios– y se trata de relacionarnos equitativamente, pero no de mimetizarnos en gustos o necesidades. Los hombres no necesitan sujetador. Por ejemplo. Y que lo llevaran no creo que contribuyese a disminuir el machismo. ¿No? Hay cosas de niños y cosas de niñas, sí. ¿Y qué? A mí, siempre que no afecte a sus derechos, me gusta.
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