José Antonio Álvarez Gundín

Barcelona expoliada

La provincia más expoliada fiscalmente es Barcelona, pero no por la malvada España, sino por la propia Generalitat. Según un estudio de las balanzas fiscales dentro de Cataluña que ha publicado la asociación Convivencia Cívica Catalana, los contribuyentes barceloneses, tanto ciudadanos como empresas, padecen una sangría impositiva de notables proporciones, de modo que de cada 100 euros que pagan en impuestos, el Gobierno de Artur Mas sólo les retorna 81 euros en inversiones y servicios. La Administración autónoma obtiene de Barcelona el 81,3% de sus ingresos totales, pero sólo le destina el 65,6% de sus gastos, con lo cual el déficit fiscal en términos relativos es de un 15,7%. Si se tiene en cuenta que los separatistas justifican la letanía del «España nos roba» por un supuesto desfase del 12%, lo que padecen los barceloneses no es un robo, sino un alevoso atraco que bien podría hacerles exclamar: «Catalunya ens roba». Como es natural, porque son menos ricas, de este esfuerzo fiscal se benefician las otras tres provincias, empezando por Lérida, que recibe un 5,58% más de lo que aporta a la caja común. Los barceloneses, sin embargo, no se han lanzado a la calle contra este trato desigual, ni exigen a Mas la publicación anual de la balanza autonómica, ni, mucho menos, tachan de ladrona a la Generalitat o proponen un referéndum para escindirse del resto de Cataluña. Todos aprueban, incluidos los separatistas, que un requisito básico de la convivencia democrática es la solidaridad entre territorios y que han de pagar más los que más tienen. Ahora bien, ¿por qué los secesionistas defienden para todos los catalanes lo que rechazan para todos los españoles? ¿No querían balanzas fiscales? Pues ahí tienen la suya propia: nada mejor que pagarles con la misma moneda.