Restringido
Brindis por Álvaro Domecq
Hay un repique de cascos en el patio de la Espléndida. La brisa huele a toro bravo y sabe a Jerez. A La Ina. Al fino de La Janda. A libretas de notas ganaderas y sombreros jerezanos. Hoy la memoria viaja hasta los campos del Sur de Cádiz, por entre los llanos de Los Alburejos. Y vuelven al campo las estampas de un torero Cordobés, Manuel Rodríguez «Manolete», a caballo junto al niño Álvaro Domecq Romero. Y entre los carretones y la zulla, crecen los becerros burracos y «coloraos», nietos de la mejor reata brava. Novillos descendientes de aquellos otros que seleccionara su augusto padre, el referente ganadero por excelencia, caballero rejoneador y alcalde de Jerez de la Frontera, don Álvaro Domecq y Díez. En «Los Alburejos» se siguen conservando costumbres centenarias que nacen del amor por el caballo y el toro. Tradiciones que se muestran en el espectáculo «A campo abierto». La amistad con el Rey Don Juan Carlos le llevó a crear la Escuela Andaluza del Arte Ecuestre, para mayor gloria del caballo de Pura Raza Española, aquel que seleccionaran los monjes cartujos. Alvarito Domecq es una escuela de valores. De afición, de elegancia en el trato, de coraje, de señorío y de éxito. Una vida llena de triunfos, dentro y fuera de los ruedos. Bajo el ala de su sombrero de ala ancha se dibuja el retrato del caballero español. Opus, Universo, Uranio..., son nombres grabados con herraduras de oro sobre el horizonte de la memoria. Permita que hoy levante mi catavino con un brindis para decir: Qué suerte tiene Jerez/ de tener a un caballero/ estirpe de los Domecq. /Garrochista y ganadero,/arte en la plaza y la vida,/ Álvaro Domecq Romero.
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