Presidencia del Gobierno

Bullying político

La Razón
La RazónLa Razón

Hasta el domingo todo es nada en el campanario político desde donde repican las campañas. Todos rezan para que no salga uno de esos casos que enturbian el «sprint» final y sellan el resultado. Luego iremos en busca del tiempo perdido atiborrándonos a magdalenas. El verano se ha ido y nadie sabe cómo ha sido. Los teléfonos suenan menos estos días, con una cantinela triste y apagada, melancólicos. La política vive un septiembre entre paréntesis, ajenos al ruido exterior. Mientras tanto, minutos musicales, palabras de relleno para un sándwich pastoso. Es tanto lo que se juegan que prefieren el silencio del samurái. Ha habido tanto ruido, tanto bullying de los políticos a los españoles, que es preferible esperar a ver qué novatada nos preparan para el inicio del curso. O eso piensan. Entre los cientos de asuntos que dicen que quieren cambiar deberían legislar para castigar este maltrato a la ciudadanía. Somos rehenes del secuestro de la democracia. El mayor caso de corrupción no es el pitufeo sino dejar parado a un país sin más razones que las que dicta la estrategia. Ahora toca esperar al domingo. Pero luego vendrá el lunes, el martes, el miércoles, y así hasta que las hojas vayan cayendo de los árboles y completen el ciclo natural de la muerte. Dudo que para entonces este bullying termine. Comenzará la segunda temporada de esta ficción que España vive abotagarda. Las brújulas miran al norte y al sur a la vez. Hasta la física sufre de esquizofrenia. Como no hay castigo para este crimen, los señores de la guerra política continúan en su papel de pirómanos, aventando fuegos fatuos, antiguas malversaciones, sobrevaloradas presuntas malas conductas. En fin, eso que según el presidente le puede pasar a cualquiera y según la oposición sólo a los populares, pintados como demonios al natural. El tiempo se agota. Apenas unos granos de arena nos separan del desastre de que estos líderes no desemboquen. Les prestamos tanta atención que se creen más importantes de lo que son. Nadie hablará de ellos en poco tiempo. Nos atormentan con periodismo declarativo, humo, agua de borrajas. En las playas se desmontan los chiringuitos pero ellos siguen de vacaciones, a la espera de la reválida. Minutos musicales pues. La lujuria de Rita Maestre y Pablo Iglesias como el gran pecado capital de la nueva centuria. Las cábalas para entender a Pedro Sánchez, como si fuera un filósofo, cuando lo que hay es poco seso en un festín de casquería. Hasta un señor que busca a Lorca con una excavadora mandada por la Junta que es la manera bruta de ensartar sus versos. En fin. El domingo unos estarán vivos y otros, muertos. Pero los españoles seguiremos una temporada más en el limbo por culpas ajenas. Y esto, señores, merece un capítulo en el código penal. Si Sánchez tuviera que hacer el paseíllo España ya habría dado la vuelta al ruedo en vez de urdir a cuáles de los toros se indulta.