César Vidal
Cagones, no...
En una de sus geniales interpretaciones cinematográficas, el actor italiano Marcello Mastroianni encarnaba a un demagogo de izquierdas llegado a un pueblo. Siguiendo la táctica del capitán Araña, el personaje iba empujando a los obreros hacia una huelga absurda. Como era de esperar, en un momento dado, las fuerzas represivas hacían acto de presencia y surgía la posibilidad de que comenzaran a repartir mojicones. Semejante eventualidad llevaba a algunos de los hasta entonces valerosos idealistas a plantearse confundirse con el paisaje antes de que llovieran los palos. Naturalmente, una parte de los participantes comenzaba a acusarlos de cobardía utilizando el término malsonante de «cagones». Era entonces cuando Mastroianni, en una escena que valía por toda la película decía aquello de «cagones, no... prudentes». He recordado todo el episodio con ocasión de la supresión de una mesa redonda sobre la libertad de expresión que iba a tener lugar en la Universidad Complutense de Madrid. En ella iban a participar Rocío Monasterio, que es una de las voces más lúcidas en la actualidad y que cuenta con un predicamento al otro lado del Atlántico que para si quisieran muchos políticos españoles; Alicia Rubio, que es una de las analistas más inteligentes y perspicaces de la ideología de género en España; el atrevido periodista Cake Minuesa e Ignacio Arsuaga, conocido practicante de esa profesión de riesgo que es ser el personaje más conocido de HazteOir. Dado que ya hay precedentes de actos en la universidad donde lo mismo arremetieron contra Felipe González que contra Rosa Díez pasando por Esteban Ibarra y dado que medio centenar de podemitas y representantes del lobby gay –éstos además abanderados– se dedicaron a bloquear la entrada y a lanzar consignas, las autoridades competentes han debido de juzgar que lo mejor era que los enemigos de la libertad de expresión se salieran con la suya y que los que deseaban defenderla sufrieran su amordazamiento. No me cabe duda de que serán muchos, muchísimos los que, como en la película de Mastroianni, llegarán a la conclusión de que los encargados del gobierno de la Complutense son un asqueroso hatajo de cagones, por repetir el torpe calificativo. Gran error. En realidad, lo que no desean es que les partan la cabeza al dar clase, que no les hagan el vacío en el claustro, que no les imposibiliten disfrutar de las prebendas de su cargo. ¿Cagones? No, prudentes.
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