Pilar Ferrer
Calma frente a la tempestad
Fiel a su estilo, imperturbable, Mariano Rajoy pasea por su tierra. En el corazón de la más profunda Galicia, cuna de tradiciones, magias y leyendas, el presidente del Gobierno no está dispuesto a que nadie le marque el paso. Con su fieles amigos y paisanos de siempre, entre ellos el alcalde de Ribadumia, el presidente de la Diputación de Pontevedra, la ministra Ana Pastor y su marido, o el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, Rajoy practica la «saudade», ese sentimiento entre nostalgia y sosiego del carácter gallego, a pesar del devenir político. Contra viento y marea, en tierra de oleajes fuertes, pero resistencia férrea, que escribió Rosalía de Castro en sus «Orillas del Sar». Ante las presiones, nula debilidad. Como el buen marino, la carta de navegación es atisbar el horizonte y aguardar a que pase la tormenta.
Ha sido ésta una etapa estival convulsa. Tras el bronco debate en el Senado, los ataques alejados de toda elemental cortesía parlamentaria, el conflicto de Gibraltar y el chantaje del llamado «caso Bárcenas», Mariano Rajoy no cambia el rumbo. Ya se lo soltó una vez una vez al líder socialista en el Congreso: «Mire usted, señor Pérez Rubalcaba, a veces la mejor decisión es no adoptar ninguna». Ahí queda eso. Nada pone más nervioso al adversario que no sucumbir a los nervios. Rajoy, en esto, es un maestro. Aguanta lo que le echen, y ante quienes le tildan de impávido, les suelta en tromba su paquete de reformas. Es la suya una retranca galaica bien calculada, con tintes de lidiador experto. Ya se sabe que dos nunca discuten si uno no quiere.
El presidente ha llegado a Ribadumia con gran discreción. Su presencia sólo la delata un pequeño equipo de seguridad. Arriba a ese pequeño municipio cruzado por el río que le da nombre, frente al Monte de Castro y con vistas a la ría de rosa, con espíritu sosegado y la conciencia tranquila. Los papeles de Bárcenas, cual legajos en cascada, no le quitan el sueño. La semana judicial se apresta movidita, con el desfile ante el juez Pablo Ruz de Francisco Álvarez-Cascos, Javier Arenas y el plato fuerte, María Dolores de Cospedal, a quien algunos quieren ver amortizada, en caída libre. Rajoy no se inmuta y ha transmitido a los suyos la consigna del deber cumplido, el trabajo bien hecho y la honestidad. Si hubo golfos, que lo paguen y respondan ante la Justicia, pero sin manchar la marca del partido.
De modo que, ante la tempestad, mucha calma. Mariano se inspira en el llamado Sendero de la Piedra, dónde cuenta la leyenda caminó y oró San Estevo. Pasea sus buenos kilómetros, el mejor ejercicio para oxigenar el cerebro. Visitará el Monasterio de Armenteira, prodigio de riqueza religiosa, artística y cultural. Y se comerá unos buenos grelos en algunos locales típicos de la zona, esa comarca de Barrantes, famosa por sus romerías de caldos y pollo, en rivalidad con las de la vieira, en la vecina Cambados. Como buen gallego, educó su talento en la calma y forjó su carácter en la tempestad. Pese a quien le pese, es Mariano Rajoy, en estado puro.
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