Julián Redondo

Cambalache de la FIFA

En lugar de Proença, que es un árbitro cualificado, europeo y portugués, la FIFA ha decidido que por una cuestión idiomática dirigirá la final del Mundialito Walter López, un guatemalteco que en el Mundial de Brasil no pasó de juez de línea. En presencia de Villar, argumenta Blatter que es mejor un trencilla hispanoparlante para que pueda entenderse con los dos equipos. Pamplinas. Será para que apunte correctamente qué jugadores se acuerdan de su padre y quiénes de su madre o, simplemente, para equilibrar la balanza. Vergonzosa maniobra. Lammens, presidente de San Lorenzo, se quejó en la ventanilla adecuada y le han concedido la gracia de que arbitre un americano, casi un compatriota. Si es para compensar el desnivel presupuestario de ambos contendientes, malo; y si es para que los de Almagro jueguen con doce y ensucien a sus anchas la cancha y los alrededores, peor. Sólo por lo visto en los dos partidos de semifinales, el Madrid es infinitamente superior al San Lorenzo. No hay color. «Elaboran en la rotación y profundizan con la técnica en el último tercio; están embalados. Tienen un ‘‘crack’’ en cada posición». Así definió Tena, entrenador del Cruz Azul, a la «máquina» que Ancelotti ha afinado. Golea con facilidad y marcarle un tanto es complicado. En el centro del campo es trabajo y pura golosina; arriba, la bomba atómica, y detrás, un muro que, ahora que a Casillas le ha dado por parar penaltis, impulsa al resto al derribo de murallas lejos del alcance de competidores simplemente mortales.