Ely del Valle

Camino Soria

La Razón
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Inoportuno, absurdo, falto de todo tacto y nefasto para los intereses del partido. La torpeza de la designación de Soria y las posteriores explicaciones de De Guindos y Rajoy vienen a corroborar la vocación masoquista de un Partido Popular especializado en clavarse a sí mismo la puntilla en todo el cogote para ahorrar a los demás la tarea de someterle a la suerte de varas. Ni pies ni cabeza, oigan. Y las argumentaciones a favor, de traca. Ahora resulta que Soria es el mejor para el cargo a pesar de que en el currículum lleva apuntado que tuvo que abandonar su anterior «empresa» por mentir.

La verdad es que mucho va a tener que explicar Luis de Guindos en el Congreso, porque nadie entiende a qué viene esta decisión, que desde el punto de vista ético chirría por todas partes, que electoralmente le viene al PP como un tiro –cosa que al ministro de Economía en funciones quizá le traiga al pairo porque de todos es conocida su intención de retirarse a la empresa privada– y que pone entre los populares y sus potenciales socios de Ciudadanos una distancia que ya veremos en qué desemboca. No sé si cuando ustedes lean estas líneas Soria habrá dado marcha atrás en sus pretensiones, pero el mal ya está hecho, porque en política la intención tiene el mismo valor que la acción. En un país donde afortunadamente la corrupción y la mentira están cada vez más penalizadas, no sólo desde el punto de vista legal, también desde el de la opinión pública, rescatar a este señor para representarnos a todos es, como diría Pedro Sánchez, «perfectamente prescindible»; un disparate político que para lo único que sirve es para restar credibilidad, demostrar que hay lecciones que todavía no están aprendidas y para que Mariano Rajoy siga estando bajo sospecha de cuidar más a los amigos que a sus votantes.