M. Hernández Sánchez-Barba
Canales romanos de riego
El sistema de riego por medio de canales en las feraces huertas valencianas ha generado vivo interés, muy particularmente respecto al establecimiento cronológico de su antigüedad, pues de ella se deduce a qué civilización pertenece el ingenio capaz de regular el riego del campo cultivado con auténtico arte por los labradores. En la Alta Edad Media (450-950) la proximidad cronológica y la coexistencia cultural entre cristianos y musulmanes comprobaron el exquisito cuidado artesano y técnico de los agricultores en el cultivo, abono y riego de las huertas. Los historiadores del siglo XIX se interesaron por los canales abiertos en la tierra para la conducción del agua de riego. En el planteamiento genético de la Historia se pensó que las acequias eran de origen árabe. Sin embargo, la extensión epistemológica de las Ciencias de la Naturaleza y de la Mente, la problemática investigación de las Ciencias Humanas y Sociales, permitió alcanzar perspectivas mucho más exactas en las deducciones originadas por la apertura de nuevos campos de la investigación en los territorios intelectuales a los que nos venimos refiriendo y mucha mayor precisión en los resultados ofertados por la investigación.
Fue un catedrático de Geografía quien –en una perspectiva absolutamente científica, en razón de su gran preparación y quizá porque su nacimiento en Valencia había impreso en su personalidad la certeza de la mayor técnica romana, que con posterioridad aprovecharon los árabes– inició los datos del teorema investigador que lo demostrase. Comprobó la opinión de muchos tratadistas que remontan el origen de los canales a la época de la civilización romana. Ello no resulta extraño pues los romanos supieron unir las técnicas de diversos campos, construyendo incluso canales aéreos que son un prodigio de ingeniería. Poco les representaría «acequiar», cavando la tierra, construyendo las tomas de agua de riego del río cercano: lo que, en definitiva, representó la auténtica red de canales de las huertas valencianas y murcianas. Tales supuestos previos impulsaron definitivamente al catedrático Antonio López Gómez a emprender el perfil de su investigación, que ha resultado de enorme interés, pues no sólo se refiere a la comprobación de la antigüedad, sino, sobre todo, cuál fue la intención inteligente y activa de los españoles para estar en condiciones de alcanzar un grado de conocimiento y madurez del sistema de riegos en situación de máximo, dada la importancia económica y social que la agricultura tuvo y tiene en la historia de los españoles e incluso en la transmisión al Nuevo Mundo. Se creó una importante serie del sistema de riego de huertas hispanorromano, hispanoárabe, mozárabe, mudéjar, hispanoamericano.
La investigación llevada a cabo por el catedrático López Gómez proporcionó el conocimiento relativo a los restos arqueológicos de conducciones de riegos y de fábrica romana, frecuentes en muchos casos y en muchas comarcas, obras de mampostería, incluso con arcos para salvar barrancos, en los que tan pródigo es el suelo español. Estos canales fueron reconocidos por arqueólogos, comprobando que su construcción era exclusivamente romana. El profesor presenta un enunciado de gran enjundia sobre canales romanos para el riego de las huertas próximas a los ríos, usados, en ocasiones, como conductores de agua para el abastecimiento de las ciudades. En cuyo caso pueden considerarse como de anticipación, pues el alto sentido práctico de los hispanorromanos utilizó el mismo canal para riego de cultivos y abastecimiento urbano o incluso «masías» agrarias o antiguas «villlae» romanas.
En ocasiones, la literatura es indicativo importante de construcciones romanas para el riego. Así, un poema de Silio Itálico (25-101) señala entre las tropas de Aníbal Barca una cohorte que «enviaba el Júcar con la cuenca íntegra sus ondas regadoras», lo que acaso haga referencia a Saitabi, orgulloso de sus telas, despreciando en cambio las de los mercaderes musulmanes mucho más famosas. Se destaca en la investigación citada la comarca de La Safor, donde existía un puerto romano importante, aparecen construcciones romanas tanto en Gandía como en Oliva. En este último lugar existe una muy interesante galería de captación, en el barranco de Fadrí, abovedada y con revestimientos de mampostería. Todos estos datos están avalados por estudios arqueológicos llevados a cabo por el Servicio de Investigación Prehistórica de Valencia, que estuvo dirigido por Enrique Plá Ballester, que confirmó en su día la sólida investigación de López Gómez. En Campello, Alicante, existía una conducción de aguas hasta Alona; otra desde Ibi, que en su día generaron una fuente que quizá era la acequia citada en el siglo XVI conocida como «acequia de los enamorados», por su extraordinaria belleza. Ello demuestra el profundo sentido poético que pueden alcanzar las investigaciones arqueológicas, apreciándose en el sentido lírico poético romano, así como en las líricas árabe y española de los tiempos medievales. Y es que Roma generó una fuerza civilizadora que transmitió a sus conquistas.
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