Andalucía
Cárceles en zona de sombra
Si existiese, la palabra «anti-oasis» sería la más adecuada para definir lo que supone una prisión para las sociedades confortables y acomodadas del siglo XXI. Es cierto que el cine carcelario que creímos extinguido con Clint Eastwood (La fuga de Alcatraz, 1979) y Tim Robbins (Cadena perpetua, 1994) ha revivido en forma de teleserie con la legendaria «Orange is the new black» o su réplica española, «Vis a vis», aunque ninguna alcanza el crudo realismo de «Marginal», un descarnado retrato del sistema penitenciario argentino. Se trata de ficciones, claro, y se contempla el género como mero entretenimiento, igual que sólo los muy tronados se obsesionan con los zombis después de ver «La noche de los muertos vivientes». Sin embargo, las cárceles existen y sucesos como el ocurrido el jueves por la tarde en Albolote (Granada), donde un preso asesinó a otro a puñaladas, deberían poner el foco en un universo mucho más complejo que el que retrata la prensa rosa cuando pinta de ídem la estancia de Isabel Pantoja en el módulo de respeto de un moderno centro de internamiento femenino. Una familia de funcionarios del ramo (él, ella y su cuñado) me asegura frívolamente que el principal problema de la población reclusa es el aburrimiento pero el tono se agrava cuando la conversación ahonda un poco: «No tiene nada que ver con lo de hace treinta o cuarenta años pero, sí, existe violencia, corrupción, proxenetismo, tráfico de sustancias... Es como si el Estado se inhibiese de una realidad que es incapaz de controlar». Se amortizan estos crímenes como algo inevitable, un engorroso accidente meteorológico, tal que la gota fría al llegar el otoño o el pedrizo en época de cosecha. Hay casi 20.000 encarcelados en Andalucía, demasiados como para esconderlos en una zona de sombra.
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