Pedro Narváez
Carmena de los atunes
No ha podido elegir mejor lugar para sus vacaciones la alcaldesa de Madrid. Le alabo el gusto. En Zahara de los Atunes, más allá del cabo de Trafalgar, donde todavía en las madrugadas se oyen gemidos de héroes difuntos, y de Barbate, que fue de Franco. Allí Carmena habrá comprobado a qué saben las nubes que llegan del Estrecho y que no es lo mismo alojarse en Atlanterra, el refugio rico de la costa progre, que con los okupas del Patio Maravillas, que andarían más cerca de los Caños de Meca, tan degradado ya que hasta los porros se hacen un selfie. Carmena va a Atlanterra a una casa que cuesta casi 4.000 euros a la semana de la misma manera que Hillary Clinton descansa en Los Hamptons. Mujeres con poder y con dinero. Que lo gasten como quieran, para eso lo habrán sudado. Pero puestos a ser coherentes, Carmena, que sólo llama a los fotógrafos cuando viaja en metro, podría haber hecho un posado oficial para festejar el estío de lujo que le permite ser alcaldesa de Madrid, e interesarse por los desahucios, las pateras y los niños desnutridos de la provincia con más paro de España. Eso lo dejará para Madrid donde es mejor esconder la riqueza hasta el naufragio y reflotar la mugre no vaya a ser que voten a la derecha. Al menos descubrimos que era cierto que sus compromisos vacacionales le impedían asistir a la festividad de La Paloma. Señora de palabra. Y que la izquierda del siglo XXI no conoce la teoría de la evolución. Por la menos a su antecesora le montaban un acto sociocultural, o sea, un escrache.
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