Política

Ely del Valle

Carrera de sacos

Carrera de sacos
Carrera de sacoslarazon

Que Susana Díaz tiene un marrón importante con la madeja de la corrupción es evidente. Que por lo mismo, a Pedro Sánchez le tiemblan los cimientos de esa etapa de regeneración que pretende instaurar en el PSOE, también.

De hecho, si la trama andaluza de chanchullos, amiguismo y desmadres no existiera, el Partido Socialista tendría todas las bazas para recuperar mucho de lo perdido porque la izquierda siempre ha gustado de líderes nuevos, no mal parecidos y de camisa arremangada. Sánchez da el perfil, y a poco que publicara un par de tuits –que es su manera de funcionar para que todo el mundo se entere y nadie pregunte– reconociendo que lo de los cursos de formación y lo de los ERE (dos patas del mismo banco según refleja la instrucción de la jueza Alaya) es un escándalo morrocotudo, muchos de los que coquetean con formaciones de nuevo cuño volverían al redil socialista. Sin embargo, la mala suerte ha hecho que sea precisamente la todopoderosa Susana Díaz la que le sujete la escalera al nuevo líder, y mientras ella, que no lo va a hacer por razones obvias, no deje de minimizar lo que es mayúsculo, Sánchez lo va a tener crudo. No se puede mirar al horizonte mientras cada día vamos conociendo los pormenores de las subvenciones regaladas, de los cursos chapuceros, de los parientes beneficiados y de las ayudas a los colegas; no es convincente hablar de tiempos nuevos sin denunciar, alto y claro, lo malo que todavía es presente, y no se debe hacer limpieza sin sacudir las alfombras. Andalucía ha encumbrado a un nuevo líder y, en pago, le pide que participe en la maratón electoral saltando dentro de un saco lastrado por millones de euros que no se sabe dónde han ido a parar. Y lo curioso es que Sánchez parece estar dispuesto a aceptarlo.