Cataluña
Casi todo depende de Cataluña
El enredo de Cataluña, que hoy inaugura en el Parlament un nuevo capítulo, está condicionando toda la política nacional. De cómo se resuelva, si es que, al fin, empieza a resolverse, dependerá, entre otras cosas, el futuro electoral de los partidos que aspiran a gobernar España. Por lo pronto, ya está trastocando la intención de los votantes en la derecha y en la izquierda, pero sobre todo en la derecha y en el centro. Puede adelantarse que el porvenir del PP y de Cs dependerá más de lo que pase en Cataluña que de los datos económicos a los que se agarra como a un clavo ardiendo Rajoy para seguir confiando en la remontada. La riada de votantes populares que están cambiando de rivera estos días, después del 21-D, no lo hacen por las noticias económicas o de empleo sino por lo que consideran mala política gubernamental en relación con Cataluña. Ni siquiera la aplicación «in extremis» del 155 ha servido para paliar el desastre.
Un destacado observador, diplomático de carrera, de juicio ponderado, me dice: «Si hay en las ventanas de Madrid 40.000 banderas de España, 39.000 son contra Rajoy». Puede que exagere, pero es un hecho que muchos ciudadanos españoles acusan al Gobierno de falta de coraje y de decisión. Creen que se ha actuado tarde y mal. Dicen que había que haber intervenido mucho antes, con un plan político bien meditado. Como muy tarde, el día que el Parlament se limpió el culo con la Constitución y el Estatuto. Creen que ha faltado patriotismo, que es lo que ha demostrado Ciudadanos. No fue, desde luego, un acierto la forma de enfrentarse al referendum del 1-O. El fallo de la comunicación ha sido clamoroso. No se entiende que los servicios secretos no impidieran la fuga de Puigdemont y sus compinches. Y que nadie manifieste un profundo malestar por el comportamiento de las autoridades belgas protegiendo a un delincuente enredador y desestabilizador. Tampoco se comprende, por supuesto, el papel en todo esto de Soraya Sáez de Santamaría, a la que se señala con el dedo como protagonista del fracaso catalán. En fin, consideran un despropósito, en estos ambientes, convocar elecciones tan de inmediato, en vez de haber puesto orden antes, no sólo judicial, sino también en todo el entramado de la comunicación, con TV3 a la cabeza, hasta lograr un clima más sereno y propicio. Y así sucesivamente. El PP se la juega en esta crucial partida de Cataluña. Sólo un cambio radical y visible de política, con nuevos protagonistas y con una actuación contundente y bien explicada que acabe con el actual enredo, podría enderezar su desquiciado futuro electoral.
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